“Éstas (cosas) se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios,
y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”
(Juan 20:31)
“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”
(Marcos 16:16)
Creer es lo único que Dios pide al hombre para salvarlo. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” (Hechos 16:31). Pero ¿qué significa la palabra “creer”? Es aceptar plenamente y sin reserva lo que Dios dice. Recuerde usted que “Dios... nos ha hablado” y que “es imposible que Dios mienta” (Hebreos 1:1-2; 6:18).
Aquel que cree reconoce y confiesa ante Dios que es un pobre pecador. Dios mismo declara: “No hay diferencia, por cuanto todos pecaron” (Romanos 3:22-23; 5:12). Por lo tanto, “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8).
Aquel que cree, pues, reconoce que merece el justo juicio de Dios, porque “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23) “y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
Aquel que cree recibe el testimonio de la gracia de Dios, a saber, que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15). “La dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Aquel que cree acepta que Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, es quien tomó sobre sí en la cruz el peso de sus pecados (1 Pedro 2:24) y los expió bajo la santa ira de Dios (leer Isaías 53). “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3). “Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne” (Romanos 8:3). Como esta condenación fue ejecutada sobre Cristo en la cruz, Dios declara: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). “La sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).
Aquel que cree ve en Jesús, hombre resucitado que vive ahora en el cielo (Hebreos 9:12), la prueba de que la justicia de Dios está satisfecha (Romanos 4:25). La muerte —“paga del pecado”— está quitada (2 Timoteo 1:10) y la vida eterna en Cristo —“dádiva de Dios”— es ahora la parte del creyente (Romanos 6:23).
¿Cómo se obtiene esa salvación? “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9). “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8).
Aquel que cree muestra su fe por medio de su conducta y de sus obras (Santiago 2:14-26). Se consagra a su Maestro, se aparta de la “iniquidad... y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Timoteo 2:19, 22).
Aquel que cree pone en Jesús toda su confianza para ser conducido y guardado en el camino de la fe, de la fidelidad y de la obediencia a la Palabra (1 Juan 5:14-15).
Aquel que cree rechaza toda enseñanza del hombre que se oponga a la verdad, toda doctrina que tuerza las Escrituras y que tienda a empañar la gloria de la Persona y de la obra de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Más bien él se instruye con las preciosas verdades que la Palabra de Dios le revela, hace de ella su alimento y anda en su luz.
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).