Las dos naturalezas

Fragmentos

La regeneración no es un cambio de la vieja naturaleza, sino la introducción de una nueva naturaleza; es la implantación de la naturaleza o de la vida de Cristo por la operación del Espíritu Santo. Ella está fundada en la redención cumplida por el Hijo de Dios en la cruz, en perfecto acuerdo con la voluntad y el consejo soberanos de Dios. Desde el momento en que un pecador cree de corazón en el Señor Jesús y le confiesa con su boca, entra en posesión de una vida nueva, y esta vida es Cristo: ha nacido de Dios y es hijo de Dios, un hijo de la mujer libre (Gálatas 4:31).

La introducción de esta nueva naturaleza no cambia en lo más mínimo el carácter esencial de la vieja naturaleza. Ésta sigue siendo lo que era, sin mejorar en ningún aspecto; más bien su mala índole se manifiesta plenamente opuesta al elemento nuevo. “El deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí” (5:17). Estos dos elementos son perfectamente distintos, y el uno es puesto de relieve por el otro.


 

La doctrina de la existencia de dos naturalezas en el creyente es generalmente poco comprendida y, mientras sea ignorada, el espíritu sólo puede errar en el vacío en lo que concierne a la verdadera posición y los privilegios de los hijos de Dios. Algunos creen que la regeneración es un cambio gradual de la vieja naturaleza hasta que el hombre todo haya sufrido una completa transformación. Es fácil demostrar, mediante varios pasajes del Nuevo Testamento, que esta posición es errónea.

“Yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado. Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 7:25 a 8:2).

“No mintáis los unos a los otros, ya que os habéis desnudado del hombre viejo con sus obras, y os habéis revestido del hombre nuevo, el cual se va renovando en ciencia, según la imagen de Aquel que lo creó” (Colosenses 3:9-10, V.M.).

No es necesario querer mejorar, sino despojarse del viejo hábito y vestirse con el nuevo.