“En el desierto has visto que... Dios te ha traído, como trae el hombre a su hijo, por todo el camino que habéis andado, hasta llegar a este lugar” (Deuteronomio 1:31). “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).
Un cristiano estaba agobiado por un problema difícil que ponía a prueba su fe. Veamos cómo el Señor lo socorrió.
Al llegar a casa con un paquete para su esposa, se detuvo junto a su hija paralítica, sentada en su sillón y le preguntó:
— ¿Dónde está mamá?
— Arriba, respondió ella.
— Voy a subir para entregarle un paquete.
— ¡Oh, papá, déjame llevárselo!
— Pero, querida, sabes muy bien que no puedes andar.
Con una sonrisa, la niña respondió:
— Es cierto, papá, pero ¡dame el paquete para que yo lo tenga y tú me llevarás!
Entonces el padre, tomando a su hija en brazos, la subió... con el paquete.
Así comprendió que ésa era exactamente la actitud que debía tomar él mismo: apelar al poder del Señor.
Si nos dejamos llevar por Jesucristo, él llevará al mismo tiempo nuestras cargas y sentiremos menos el peso de ellas.