Consagración

Mateo 26:6-13

Meditemos sobre Mateo 26:6-13, escena que relatan también Marcos y Juan. María derrama sobre la cabeza y los pies de Jesús un ungüento de nardo puro de gran precio. Los discípulos, indignados, incapaces de comprender sus motivos, la reprenden: “¿Para qué este desperdicio?” Consideran este honor rendido al Señor como una pérdida. A sus ojos, los pobres tienen más importancia que Jesús. Pero el corazón de María arde por él; sabe que Aquel a quien los judíos quieren matar es el Rey, el Mesías. Le rinde los honores reales ungiéndole con un ungüento que debió de costarle cuanto poseía...

Si nuestros corazones aman al Señor, nada nos parecerá demasiado precioso para honrarle. Al aprobar el acto de María, el Señor ha establecido el principio básico de todo servicio: Debemos darle a Él cuanto poseemos, todo lo que somos. La primera cosa no es saber si se ha ayudado a «los pobres», sino si el Señor ha sido satisfecho. No lo será, a menos que nos diéramos enteramente a él, a menos que «perdamos» por él.