El creyente debe siempre recordar que la Escritura no puede contradecirse a sí misma. Por ello, cuando lee en Juan 10:27-28 palabras tales como: “Mis ovejas... no perecerán jamás”, su corazón debe descansar en la perfecta garantía de la eterna seguridad de la más débil oveja que Cristo haya comprado con su sangre. Muchos otros pasajes de la Escritura establecen la misma preciosa verdad. Es evidente, pues, que 2 Pedro 2:20-22 de ninguna manera puede entrar en conflicto con Juan 10 ni con otros pasajes afines: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno”. Entonces, ¿qué nos enseña este texto de Pedro? Simplemente que, cuando los cristianos de apariencia (o de nombre, solamente) vuelven a sus viejos hábitos, se hallan en peor condición que si nunca hubieran dicho ser creyentes. Aquí no se trata de verdaderos cristianos. Un “perro” y una “puerca” no pueden ser considerados como “ovejas”, por más que profesen “el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo”.
“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto” (Juan 15:2). El verdadero secreto de la dificultad que tantos tienen con este pasaje proviene de que procuran hacer de él una cuestión de vida y seguridad, mientras que se trata simplemente de dar fruto en la vida cristiana. Si no permanecemos en la vid —es decir, si no estamos en comunión con Cristo— demostraremos que somos pámpanos sin fruto, y el Labrador los quitará todos. Así, este párrafo no se refiere a la salvación.
Con la autoridad de la Palabra de Dios es correcto decir a una persona: «Crea solamente el testimonio de Dios acerca de su Hijo y será salvo eternamente».
Los dos pasajes siguientes no se refieren en absoluto a la salvación o a la vida eterna: “Si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No hagas que por comida tuya se pierda aquel por quien Cristo murió” (Romanos 14:15). “Por el conocimiento tuyo, se perderá el hermano débil por quien Cristo murió” (1 Corintios 8:11). Nadie tiene poder para quitar la vida eterna; pero si yo perturbo la acción de la conciencia de un hermano —si le induzco a hacer lo que él siente que está mal—, yo le pongo tropiezo y hago que naufrague en cuanto a la fe y a un buen estado interior. Se trata de responsabilidad personal y de integridad de conciencia delante de Dios. Esto es muy solemne. Nadie puede tocar el fundamento de la salvación del cristiano, pero es algo muy serio herir una conciencia débil. Tengamos, pues, cuidado en eso.