- Un ministerio que alegra (v. 2). Por la Palabra conocemos el divino mensaje de gozo. La tristeza misma producida por el ejercicio de este ministerio en presencia de nuestros pecados, al final produce gozo.
- Un ministerio de amor (v. 4). El amor de Dios excede toda la miseria y la insensatez del hombre. Este ministerio incluso se ejerce para con un creyente en Cristo y le da a conocer a Aquel que lavó los pies de sus discípulos (Juan 13:1-20).
- Un ministerio de consuelo (v. 7). En otro tiempo, Dios dijo: “Consolaos, consolaos, pueblo mío” (Isaías 40:1). Ahora, el Dios de toda consolación es quien consuela a los suyos en todas sus aflicciones (2 Corintios 1:3-4). No hay peor tristeza para el creyente que el recuerdo de sus faltas. No obstante, es consolado porque sabe que es perdonado.
- Un ministerio de perdón (v. 10). Ese ministerio nos revela a un Dios que perdonó todas nuestras faltas. Por eso, debemos perdonarnos unos a otros como él nos perdonó (Efesios 4:32).
- Un ministerio que da a conocer a la persona de Cristo en un mundo donde ha sido rechazado (v. 12), ¡qué Objeto presenta a nuestros ojos! Constituye un gran tema de meditación para nuestras almas: Él es el Rey, oculto en el cielo, contemplado por los ojos de la fe. El Señor aparecerá en gloria con los cristianos que son su esposa.
- El ejercicio de ese ministerio requiere que Dios mismo abra la puerta (v. 12). El mundo está cerrado al Evangelio, ya que Satanás, quien lo incitó a rechazar a Cristo, es su príncipe. El poder de Dios mismo es menester a fin de que el mensaje del Evangelio sea oído. El mundo está cerrado casi como la ciudad de Jericó en la cual “nadie entraba ni salía” (Josué 6:1).
- En tal mundo Dios hace triunfar a sus siervos que ejercen este ministerio (v. 14), pues se trata de los mensajeros del Rey de gloria y de Dios mismo.
- Es un ministerio que exhala en todo lugar el perfume del nombre de Jesús (v. 14). Da a conocer a Aquel cuyo nombre es un ungüento derramado que llena el santuario.
- Este ministerio revela lo que Cristo es para Dios (v. 15). Se trata de Aquel que Dios nos envió, de su don inefable.
- La vida o la muerte eterna de este ministerio depende de su recibimiento o rechazo (v. 16). Éste manifiesta el estado de los corazones de los oyentes.
- Este ministerio sólo puede ejercerse con el poder de Dios (v. 16). ¿“Quién es suficiente” para actuar sino Dios mismo? “El evangelio... es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16).
- No se puede asociar nada a este ministerio. Las cosas más excelentes a los ojos de los hombres —ciencia, retórica, sabiduría humana— no son útiles, sino que falsifican la Palabra predicada (v. 17). Nada puede añadirse a las Escrituras.
- Este ministerio viene de parte de Dios, pues Él mismo prepara y envía a sus ministros.
- Los que ejercen el ministerio lo hacen delante de Dios (v. 17). Tendrán que dar cuenta de la manera en que obraron.
Ojalá todo aquel a quien le es confiado algún ministerio esté más consciente de tan grande y solemne servicio.