¿Quién sabe algo del gran «más allá»? Ésta es la pregunta que los espiritistas hacen continuamente. Pero las informaciones que los médium dicen arrancar del «más allá» no son dignas de la atención de personas inteligentes. Añada usted a ello la actividad de los espíritus satánicos que pretenden representar a los difuntos y tendrá todo el espiritismo abreviado.
¿Sabemos algo cierto sobre los muertos? Tendremos una absoluta certeza al respecto si tomamos la Palabra de Dios como guía. Ella dice que, cuando el verdadero creyente muere, su condición es “muchísimo mejor”, porque él está “con Cristo”, “ausente del cuerpo, y presente al Señor” (Filipenses 1:23; 2 Corintios 5:8). ¡Por cierto que esto es bastante claro!
¿Qué pasa con el incrédulo que muere en sus pecados? Considere usted la solemne escena de Lucas 16:19-31. Aquel que conocía todas las cosas, levanta el velo y nos transporta al otro mundo. Se ve en este relato a un hombre que tenía lujo y riquezas en este mundo; pero muere y está en el Hades,1 el lugar invisible de los muertos. Nadie puede liberarle de la situación en que se encuentra. Desea enviar a la tierra un mensaje para advertir a sus cinco hermanos, temeroso de que ellos caigan en ese lugar de tormento. Sin embargo, resulta imposible. Dios les ha dado en las Escrituras un testimonio completo y definitivo. Si no quieren escuchar la Palabra de Dios, tampoco creerán un testimonio proveniente del lugar invisible.
Quienes escuchan a los espiritistas ¿no querrán escuchar al Hijo de Dios? ¿Osarán decir que las palabras del Señor no son la verdad? Él puso en labios del figurado Abraham estas palabras: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos”. Cuando Lázaro (él de Juan 11) e incluso el mismo Jesús resucitaron ¿quisieron creer aquéllos?
- 1(equivalente a "Seol" en el Antiguo Testamento) designa de manera general y vaga la morada de permanencia de los muertos incrédulos o creyentes. El evangelio de Lucas nos lo muestra compuesto de dos partes: un lugar de felicidad (llamado el “seno de Abraham”) y un “lugar de tormento” (Lucas 16:22, 28). Los creyentes que mueren están “con Cristo” (Filipenses 1:23), “en el Paraíso” (Lucas 23:43), mientras que los incrédulos esperan en el “Hades” el juicio ante el gran trono blanco (Apocalipsis 20:13-14).