“Prepara tus labores fuera, y disponlas en tus campos,
y después edificarás tu casa”
(Proverbios 24:27)
Dios quiere la felicidad de sus criaturas, y si creyéramos verdaderamente esto ¡cuánto más feliz sería nuestra vida! El Salmo 84:3 dice: “Aun el gorrión halla casa, y la golondrina nido para sí”. ¿No es éste el deseo de todo ser humano, el de cada joven cristiano sea hombre o mujer? Es un pensamiento que Dios aprueba, si el creyente se casa conforme a su voluntad.
Un siervo del Señor solía repetir: «La Palabra de Dios nos presenta dos principios». Indica al creyente el camino a seguir, pero no fija mandamientos ni leyes estrictas delante de él. Una cristiana de edad avanzada, que había sufrido mucho, dijo un día en su lenguaje sencillo: «Para cada uno hay un camino particular». El filósofo moralista quisiera moldear las vidas de acuerdo con un esquema ideal; la Palabra de Dios, por el contrario, es viva y su Espíritu la aplica de manera diferente en cada caso particular, según el divino conocimiento que Él posee. “La gracia... enseña” (Tito 2:11-12).
Alguno tal vez sostenga que podemos descuidar los principios que Dios pone delante de nosotros en la Palabra sin ningún perjuicio, con el pretexto de que ella no toma en cuenta las circunstancias personales. Sin duda, “cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí” (Romanos 14:12), pero la luz del día del Tribunal de Cristo no será diferente de la que la Palabra de Dios ilumina hoy en nuestras vidas.
¿Por qué dice Dios: “Prepara tus labores fuera, y disponlas en tus campos, y después edificarás tu casa”? Todo joven que desee establecer un hogar debería estar en condiciones de proveer, por modesto que sea, el sustento para la familia que va a formar. Antes de construir la “casa”, se requiere que el “campo” produzca. Preparar las “labores fuera” es algo más o menos largo según las profesiones, los aprendizajes o los estudios seguidos. En ciertos ramos de actividad, el “campo” permitirá mantener el hogar desde el comienzo; en otros se necesitará más tiempo. Sin embargo, la Palabra siempre establece el principio: primero el “campo”, luego la “casa”. Cuando uno está en condiciones de producir, por pequeño que sea, si es la voluntad del Señor, es normal que desee formar una familia y, en consecuencia, unirse ante los ojos de Dios.
¿Por qué muchos jóvenes a menudo se comprometen durante años antes que el hogar pueda establecerse sobre una base estable? Sin duda, “el proceder del hombre con una doncella” es una de las cosas que “son demasiado maravillosas” que uno no puede entender (Proverbios 30:18-19, V.M.), y cada uno tiene su «camino particular». Pero la Palabra de Dios dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón” (Proverbios 4:23). Es importante no dejar hablar al corazón antes que llegue el momento de Dios. El Señor no guiará la elección antes de su tiempo. Pero, mientras tanto, es bueno que hablemos de esto en secreto con Él, confiando en sus cuidados para que en el tiempo elegido por Él incline el corazón hacia aquella que ya Él ha escogido.
Entonces, ¿por qué tienen lugar tales compromisos antes de tiempo? Casi siempre por falta de fe. Se desea asegurar de antemano a aquella que parece ser la compañera futura. Sin embargo, si ella es verdaderamente la que está destinada para el joven, ¿no tendrá Dios el poder de guardarla para él y de formarla en secreto al igual que a él, hasta el día cuando Él diga: «Ahora edifica tu casa»? Es un camino de fe, difícil e imposible para el hombre natural, pero ciertamente un camino bendito, porque es el de Dios. Es también la senda de la verdadera felicidad. Los que obraron con propia voluntad tuvieron que derramar lágrimas, y lo que es más doloroso todavía, hicieron llorar a muchos.
Es verdad que la vida del joven está sembrada de peligros, y que, humanamente hablando, hay cierta salvaguardia al tener el corazón comprometido. No obstante, la Palabra dice que somos “guardados por el poder de Dios mediante la fe” (1 Pedro 1:5). Aquí está el punto esencial. ¿Queremos andar por fe? ¿Anhelamos recibir del Señor a nuestro cónyuge? Si tenemos fe, Dios nos preservará de caídas y de trampas. Su poder está a nuestra alcance; también su gracia va infinitamente más allá de nuestros pensamientos.
La fe debe ejercerse no sólo en esta decisión solemne. El joven creyente que no anda por ella desde el comienzo de la vida cristiana, no aprenderá a hacerlo en el momento de casarse. Si falta la fe en las cosas pequeñas, faltará asimismo en las grandes.
“Libre es para casarse con quien quiera, con tal que sea en el Señor” (1 Corintios 7:39). ¡He aquí la obediencia! “En el Señor” significa con una persona que conoce a Jesús y que anda en su camino; “en el Señor”, implica también el deseo de consultar a los padres antes de comprometer su corazón, sobre todo si son creyentes; “en el Señor”, es seguir la senda de la fe, trazada por la Palabra, y estar ejercitados con Dios para cada asunto desde el primer momento; “en el Señor”, implica tantas otras cosas que Él enseña por medio de aquellos que desean seguirle. “Se complace Jehová en los que le temen, y en los que esperan en su misericordia” (Salmos 147:11).
Si nosotros, los mayores, somos conscientes de no haber andado siempre en el camino de Dios, de no haber tenido confianza tantas veces, habiendo sufrido tal vez consecuencias dolorosas, humillémonos delante de Él y contemos con su gracia infinita que responde a todo lo que somos y a lo que no somos. Ella confortará nuestras almas, esperando que al disfrutarla plenamente, adoremos en el cielo.