El joven de Naín

Lucas 7:11-17

  1. El cortejo fúnebre: Lucas 7:11-13.
  2. El verdadero Consolador: v. 14-17.

Explicación y enseñanza

“Naín” significa «linda» porque esta ciudad estaba situada en un lugar hermoso (entre el monte Tabor y el Hermón) en la llanura de Jezreel. Pero también allí reinaba la muerte; esta vez, su víctima era un joven (véase Romanos 5:12). Las personas ancianas deben morir; los jóvenes, en cambio, pueden morir; por eso, uno no debe aplazar su arrepentimiento (Hebreos 3:15; 2 Corintios 6:2). En Israel, los cementerios de los judíos estaban fuera de la ciudad, los féretros estaban abiertos y los muertos estaban sólo envueltos con lienzos. Con esta historia se representa fácilmente la enfermedad del joven (los cuidados del médico, el desvelo de la madre, la muerte, el duelo y el dolor). Durante el entierro se ve la simpatía del pueblo para con la madre. Ella, una viuda, ya había tenido la experiencia de un entierro: el de su esposo. Su único hijo, su precioso tesoro terrenal, su protección en la vida, le es quitado. ¡Cuán desconsolada, solitaria y pobre se ve su vida!

Pero el Señor conoce su pena. Se acerca compasivo. Su maravilloso encuentro con el cortejo fúnebre no es casualidad, sino su providencia y su voluntad.

Este acontecimiento hace resaltar varios aspectos:

  1. La compasión del Señor: Él siente nuestra aflicción, nuestra pena y nuestro dolor y quiere ayudarnos (Isaías 63:9; 66:13). El amor de madre es grande, pero Su amor es más grande aún (49:15).
  2. El poder y la ayuda del Señor: Elías y Eliseo despertaron a unos muertos mediante la oración (1 Reyes 17:20-22; 2 Reyes 4:33-35); Él, en cambio, lo hizo por su palabra. El Señor se muestra como vencedor de la muerte, a la que más tarde quitaría todo poder en la cruz (2 Timoteo 1:10). Por naturaleza somos también muertos, es decir, muertos en nuestros pecados (Efesios 2:1), pero el Señor vivifica espiritualmente (Juan 5:24-25).
  3. El temor y el asombro del pueblo: En presencia de ese poder de Dios, el pueblo siente su pecaminosidad y teme. Reconoce que Dios les ha enviado a Jesús como profeta y ha visitado a su pueblo en gracia, pero aún falta el arrepentimiento sincero y la conversión; sino hubiese sido también salvado y bendecido.