- Los magos en Jerusalén: Mateo 2:1-8.
- Los magos en Belén: v. 9-12.
Explicación y enseñanza
Es de suponer que, por medio de los judíos que vivieron en cautiverio, las profecías concernientes a Cristo fueron también conocidas por los paganos; basta pensar en Daniel y en su influyente posición. Los magos —es decir, sacerdotes y astrónomos orientales— dedujeron de la aparición de una notable estrella el nacimiento del gran rey de los judíos. Según su apreciación humana, el rey debía de haber nacido en la capital del país. Pero Dios, cuyos pensamientos son más elevados que nuestros pensamientos, había hecho nacer a su Hijo en Belén. El baño de sangre de los niños de esa ciudad habría podido ser evitado si los magos hubiesen conocido la Palabra de Dios. Cuando obramos sin la conducta del Señor, nos causamos daños a nosotros mismos y a los demás. En Jerusalén, en lugar de gozo, los magos encontraron solamente incredulidad, indiferencia, enemistad y temor, mientras ellos mismos reconocen a Cristo y le adoran (figura de los paganos en el milenio: Mateo 8:11-12; Salmo 86:9; Isaías 60:3).
Fuera de Jerusalén, la estrella se les aparece de nuevo. Aunque encuentran al rey como un niño en Belén y en condiciones humildes, no dudan de él; le ofrecen sus presentes y le adoran. Tienen gran fe y humildad.
Sus presentes señalan la condición real del niño (oro), la adoración que le corresponde (incienso) y los padecimientos que iban a ser su parte (mirra).
Israel rechaza al Señor; el rey Herodes el Grande procura su muerte; pero Dios vigila (sueño); (Salmo 121:4). ¡Cuán perverso y hostil es el ser humano! ¿Cuál es la posición de nuestro corazón para con Jesús? (Proverbios 23:26).