¿De qué manera podemos caminar con Dios?
El nombre Enoc significa «consagrado» o «iniciado»; de ahí también el nombre «maestro». Por ese caminar con Dios, Enoc recibió el conocimiento de los propósitos y pensamientos de Dios, de manera que ese conocimiento le valió para poder enseñar a otros.
Esto hizo de él un profeta, un mensajero en los caminos de Dios en medio de un mundo corrompido que se había desviado de Dios. En la epístola de Judas leemos con mucha claridad que Enoc profetizó. Habló de la venida del Señor para juicio: “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos...” (Judas 14-15).
Así, Dios manifestó sus designios y pensamientos respecto del futuro a sus siervos los profetas. Lo leemos también en el libro de Amós: “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7). El deseo del corazón de Dios es hacer conocer a los suyos sus pensamientos y también hacerlos partícipes de sus planes. Esto lo podemos apreciar también en la vida de Abraham: “Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer?” (Génesis 18:17). Este diálogo llevó a que Abraham interviniera por Sodoma para salvar a Lot.
Para aprender a conocer los pensamientos de Dios, nos es necesario vivir y caminar ante su presencia. La pregunta entonces es: ¿Cómo un pobre pecador que está lejos de Dios puede ser llevado al corazón de Dios para recibir conocimiento de sus pensamientos secretos? Esto sólo puede cumplirse mediante el nuevo nacimiento y dejando obrar al Espíritu Santo. Entonces, se puede hablar en armonía con Dios. Si somos nacidos de Dios, nos convertimos en hijos amados a los cuales Él no esconde ningún secreto.
En 1 Corintios 2 leemos que por el Espíritu que mora en nosotros y mediante la Palabra inspirada obtenemos conocimiento de los pensamientos y designios secretos de Dios. Está escrito: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (1 Corintios 2:6-16).
Como hijos de Dios, podemos participar de estos privilegios mientras vivamos en un mundo alejado de Dios que nada sabe de sus pensamientos. ¿Conocemos esa comunión con Él? ¿Crecemos en su conocimiento y en el de Cristo, que es el centro de todos los planes y pensamientos de Dios? Examinémonos a nosotros mismos y veamos si verdaderamente vivimos en la presencia de Dios y caminamos con Dios.
Adán antes y después de la caída
Caminar con Dios era la misión de Adán y Eva en el huerto de Edén, pero este derecho se perdió a causa de la caída. Después de su desobediencia, cuando oyeron la voz de Dios mientras paseaba en el huerto, al aire del día, se escondieron de Él (Génesis 3:8). El contacto con Dios se vio perturbado. El hombre ya no caminaba en Su camino. Afortunadamente, Dios mismo indicó el camino de vuelta, el camino de la vida, fundado sobre la muerte de una víctima sustituta. Ésta hacía posible que el hombre pudiese nuevamente andar con Dios, aun en un momento que además de no conocerlo estaba en contra de Él.
Adán y Eva caminaron, digámoslo así, con Dios después de la caída, porque Él los vistió con túnicas de pieles y de fe unidas a Su promesa. Esto también lo vemos en su descendencia. Abel caminó con Dios, porque ofreció una ofrenda con derramamiento de sangre según los pensamientos de Dios (4:4). Set y sus descendientes caminaron con Dios porque invocaron el nombre de Dios (4:26).
Enoc y Noé
Enoc recobró lo que Adán por su caída echó a perder. Dos veces leemos de él que caminaba con Dios (Génesis 5:22, 24). Esto también se nos dice de Noé: “Con Dios caminó Noé” (6:9). ¿Es posible caminar con Dios en un mundo que le ha vuelto la espalda y que va al encuentro del juicio? El ejemplo de estos dos hombres nos confirma la respuesta a esta pregunta. El salmo 25:14 nos muestra una verdadera relación con esto: “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto”.
Enoc, después de haber caminado una larga vida con Dios, fue arrebatado de este mundo al cielo, a fin de que pudiese honrarlo y alabarle. Noé, después de un largo caminar con Dios, fue firmemente llevado hacia un nuevo mundo para entonces allí, en una tierra ya limpia, poder de nuevo servir y honrar a Dios. El arrebatamiento de Enoc es una figura del arrebatamiento de la Iglesia que irá a “recibir al Señor en el aire” (1 Tesalonicenses 4:15-18). El rescate de Noé considerado de forma profética es una auténtica figura de la preservación del remanente creyente de Israel durante los juicios de la gran tribulación. De la misma manera que Noé salió triunfante a la nueva tierra después de haber atravesado las aguas del juicio, el remanente de Israel permanecerá a salvo en el juicio venidero llegando con firmeza el reino de paz en la nueva tierra. Israel tiene un futuro terrenal, mientras que la Iglesia un futuro celestial.
El momento más decisivo en la vida de Enoc parece haber sido el nacimiento de su hijo: “Caminó Enoc con Dios, después que engendró a Matusalén, trescientos años” (Génesis 5:22). Tal vez, al nacer su hijo, recibió una mejor impresión de lo que es la grandeza de Dios como Creador de la vida. Quizás se puso a meditar sobre la realidad de la caída del hombre, el peligro de la muerte y la necesidad de la salvación. De manera que la bendición que él experimentó en su familia lo acercó a Dios, de tal modo que esto lo motivó para caminar verdaderamente con Dios.
Enoc siguió caminando con Dios durante trescientos años. Para nosotros, esto significa muchísimo tiempo. ¿No hubo algún día, durante ese tan largo período de años, en que Enoc se descarrió y dejó de caminar con Dios? Pienso que no. Cuando nos hacemos viejos y hemos andado durante muchos años con el Señor, puede que tengamos la inclinación a apartarnos de Él y a seguir nuestra propia voluntad. Esto lo vemos, por ejemplo, en la vida de Salomón, quien sirvió a dioses ajenos al llegar a su vejez (1 Reyes 11:4-8). Enoc fue guardado de esos desvíos. No se apartó de Dios, con quien caminaba. De la misma manera hizo Rut con su suegra, quien no se apartó de ella, o Eliseo que no aceptó que se apartara de Elías (Rut 1; 2 Reyes 2).
La larga vida de Enoc terminó de forma maravillosa al ser arrebatado de repente a los cielos. Nosotros cristianos tenemos la misma esperanza, la misma expectativa futura: en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, seremos transformados, yendo al encuentro del Señor en el aire (1 Corintios 15:51-52).
Tres aspectos del caminar con Dios
Deseo hacer resaltar tres aspectos de la vida de Enoc que son tres importantes consecuencias de ese andar con Dios: lo que se refiere a nosotros, lo que se refiere al Señor y lo que se refiere a este mundo en el cual vivimos.
1) En cuanto a nosotros, podemos ver en la figura de Enoc que podemos caminar con Dios. ¿Qué aprendemos al caminar así con Dios?
- Aprendemos a conocerlo como al Padre amado en su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
- Aprendemos a conocernos a nosotros mismos, tanto en nuestra condición natural como en nuestra posición en Cristo. Somos hechos aceptos en el Amado, llevados a la plenitud en Él.
- Al caminar con Dios adquirimos también el conocimiento de los designios y pensamientos de Dios en relación con diferentes asuntos, por ejemplo en cuanto al mundo y a su condición actual bajo el dominio del príncipe de este mundo, pero también a su futura condición bajo el reinado de Cristo.
- Aprendemos a conocer cuál será nuestro futuro con Cristo, su venida para arrebatar a los suyos, la Iglesia que introducirá en la casa del Padre, y también cuál será nuestro papel, como santos celestiales en el futuro reino de paz después de la venida de Cristo sobre la tierra con poder y gran esplendor.
- Nos alegramos de la dichosa esperanza de que, como aconteció a Enoc, no veremos la muerte (Hebreos 11:5). Esperamos de los cielos al Hijo de Dios, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera (1 Tesalonicenses 1:10). “Nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo... descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:15-17). “No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados (1 Corintios 15:51-52).
- En Génesis 5, encontramos el final de la vida de Enoc que contrasta mucho con los otros hombres, de los cuales siempre se repite: “y murió”. Enoc no vio la muerte porque fue arrebatado. Así ocurrirá también con los creyentes que vivan, los que permanezcan hasta la venida del Señor. Somos la gran «excepción» en medio de un mundo sometido a la inutilidad y al poder de la muerte. Entre tanto, cada día recibimos bendición caminando con Dios. Mientras andamos con él por este desierto terrenal, servimos como sacerdotes ante Su presencia en lugares celestiales (véase Deuteronomio 10:8). Podemos, tal como lo hizo Juan, recostarnos al lado de Jesús (Juan 13:23). Éstas son las características personales y las bendiciones del caminar con Dios.
2) En cuanto a Dios, caminar con él servirá para su honra y gloria. De tal forma que, en nuestra manera de actuar y obrar en toda nuestra conducta, halle toda su complacencia (véase Tito 2:10-12). Cristo mismo es en este aspecto nuestro perfecto Modelo, porque es el Hijo amado, en quien el Padre tiene complacencia (Mateo 3:17). En la traducción griega del Antiguo Testamento, la palabra “caminar” en Génesis 5:24 se traduce por “agradar”. Así es citado este versículo en el Nuevo Testamento: “Enoc... antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios” (Hebreos 11:5). La vida de Enoc fue un gran contraste con la de su homónimo en la línea de Caín, el hombre que no caminó con Dios y que se alejó de la presencia de Dios (Génesis 4:16-17).
Es importante notar que el caminar con Dios proviene de la fe, porque “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Eso ya comienza con la justificación: no por obras, sino por fe (Romanos 1:16-17). “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).“El justo por la fe vivirá” (Gálatas 3:11; Hebreos 10:38). Nosotros cristianos, “por fe andamos, no por vista” (2 Corintios 5:7).
3) En el mundo deberíamos ser testigos del juicio venidero tal como lo fue Enoc. Éste era un profeta, y profetizó al decir: “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él” (Judas 14-15). Debemos advertir a todo aquel que nos rodea. Poseemos un mensaje profético, de la misma manera que lo tuvo Enoc en otro tiempo.
He aquí otra advertencia. El juez está a la puerta para juzgar a todos los impíos y castigar toda impiedad. Su regreso con poder y majestad traerá sobre la tierra justicia, gozo y paz. El día de la venganza no tardará (Isaías 61:2). Ahora es el “tiempo aceptable”, el “día de salvación” (Lucas 4:19; 2 Corintios 6:2).