La tentación de Jesús

Mateo 4:1-11

  1. La tentación en el desierto: Mateo 4:1-4.
  2. La tentación sobre el pináculo del templo: v. 5-7.
  3. La tentación sobre un monte muy alto: v. 8-11.

Explicación y enseñanza

Así como Satanás se acercó al “primer hombre Adán” para tentarlo y apartarlo de Dios —lo que logró con la desobediencia del ser humano—, así también se acercó al Hijo de Dios, cuando éste apareció públicamente, para apartarlo de Dios, si ello fuere posible. Voluntariamente, Jesús se había puesto bajo la dependencia de Dios; fue hecho hombre, “el postrer Adán” (1 Corintios 15:45). Como tal, debió ser puesto a prueba. Pero el Señor fue probado solamente como se prueba el oro perfectamente puro, para mostrarlo como tal a la vista de todos, cuando sale de la tentación sin haber perdido nada de su peso. La gloriosa perfección del Señor como hombre también se muestra en estos versículos. Jesús era perfectamente obediente. Mantenía firme la Palabra de Dios. Como el oro perfectamente puro, no sufrió pérdida alguna después de haber soportado la prueba: “Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea” (Lucas 4:14). Por haber sido tentado, puede ayudar a los suyos que son tentados. Es un “misericordioso y fiel sumo sacerdote... poderoso para socorrer” (Hebreos 2:17-18).

En primer lugar, la proposición de Satanás partió de una necesidad real; el Señor no había comido durante 40 días. A menudo en la Biblia el número 40 se relaciona con la prueba del hombre; Moisés estuvo 40 años en el desierto; asimismo Israel; varios reyes reinaron 40 años. Según Satanás, el Señor habría tenido que ayudarse a sí mismo y librarse él mismo de sus dificultades. Sin embargo, en su dependencia, y a pesar de su hambre, el Señor esperaba también en la Palabra y en la hora de su Dios y Padre.

La segunda tentación debía hacerle renunciar a su humildad, al prometerle gloria y honra de parte de los hombres (el pináculo del templo).

En la última tentación, el Tentador prometió al Señor el dominio sobre todos los reinos del mundo, si se postrara ante él, “el príncipe de este mundo” (Juan 14:30), si lo reconociera como tal y le adorara. El Señor Jesús rechazó a Satanás y ordenó al gran adversario de Dios que se fuera después de esta última y poderosa tentación. Satanás, pues, garantizaba a Jesús el dominio del mundo sin la cruz, sin padecimientos ni muerte, porque quería que lo recibiera de su mano. Pero el Señor lo rechazó y quería recibir todas las cosas y los reinos sólo de la mano de Dios, su Padre, en virtud de su obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz (Filipenses 2:7-11; Daniel 7:13-14).

El Señor Jesús venció a Satanás por la Palabra de Dios (Efesios 6:16-17) y por su obediencia. Tal es el ejemplo para nosotros (Satanás también empleó la Palabra de Dios, pero no correctamente; Dios promete la protección “en todos tus caminos”; Satanás omitió estas palabras; compárese Salmo 91:11 con Lucas 4:10). Cuán importante es llevar la armadura de Dios, perseverar en oración y guardar la Palabra de Dios con todo el corazón (1 Pedro 5:8; Salmo 119:11, 110).

Este texto también es útil para maestros de escuela dominical y lectores de las Santas Escrituras.