Es verdad que poseemos todas las bendiciones. Están en Dios mismo, porque permanecemos en Dios y él en nosotros. Tenemos la bendición de relación, porque somos hijos; la bendición de asociación, estando unidos a Cristo, ya que somos su Esposa; la bendición y la gloria oficiales, porque somos reyes y sacerdotes; la bendición humana, porque seremos hombres perfectos, a la imagen del segundo Adán; la bendición colectiva, porque tendremos un gozo común; la bendición individual, porque tendremos un nombre que nadie conoce sino aquel que lo recibe. La plenitud del Espíritu Santo permanecerá en nosotros, sin ser estorbada por nuestros pobres cuerpos. Luego seremos revestidos con un traje conforme al poder de nuestro divino hospedero, quien nos capacitará para disfrutar de todas las cosas con plena libertad del corazón.
“Todas las cosas son vuestras”
1 Corintios 3:21