La certeza de la salvación

 

En el transcurso de un recorrido a un pueblo, entré en una casa muy pobre, aparentemente vacía. Pero el ruido de mis pasos llamó la atención de un enfermo, quien me llamó para ir al piso superior. Ahí encontré al sacristán de ese lugar, acostado en su cama. Cuando le di a conocer el objetivo de mi actividad, a saber, la salvación de las almas por medio de la fe en Jesús, me dijo:

— No creo en las personas que pretenden estar seguras de su salvación.

— Yo tampoco —repliqué— pero creo en la Palabra de Dios, y estoy seguro de que usted también cree en ella.

— Creo firmemente en ella —respondió el enfermo.

— Entonces, déjeme leerle tres pasajes antes de irme. El primero se encuentra en Juan 3:16. Usted lo conoce desde hace mucho tiempo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. ¿Cree usted estas palabras?

— Sí, sin ninguna duda —dijo.

— El segundo pasaje se encuentra en el mismo evangelio, en el capítulo 5, versículo 24: “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. ¿Cree usted esto también?

— Sí —respondió— debo creerlo porque es la Palabra de Dios; pero, jamás escuché leer ese pasaje de ese modo, y nunca lo había comprendido como lo hago ahora. Es una revelación para mí. Por favor, léame esas palabras una vez más.

Las leí de nuevo. — Verdaderamente —exclamó— había leído ese pasaje a menudo, pero jamás había captado su sentido. No obstante, soy sacristán desde hace 40 años, habiendo tenido la ocasión de entender la Palabra no solamente el domingo, sino también todos los días de la semana.

Yo continué. — He aquí aún un pasaje más, después del cual me marcharé. Leí el versículo de 1 Juan 5:13: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”.

— ¡Es maravilloso! —exclamó el anciano—, ¡tantas veces he leído esas palabras y nunca las había comprendido como en este momento!

— El primer pasaje —le dije— nos dice que todos aquellos que creen tienen vida eterna. El segundo nos dice que aquellos que han creído poseen la vida eterna. El tercero nos dice que todos los creyentes saben que tienen la vida eterna.

El enfermo dijo muy feliz: — Nunca nadie me mostró eso en la Palabra. ¡Qué claro es y qué magnifico! Por favor, léamelo otra vez.

Y mientras le leía el último versículo, murmuraba para sí: — ¡Oh Señor, qué bueno eres!

Dios había bendecido mi visita, todavía a tiempo. Cuando volví a visitarle unos días más tarde, el anciano había muerto en la paz y el gozo de la seguridad de la salvación en Jesucristo.