Pablo lo pudo todo por medio de Cristo que lo fortalecía. ¡Qué experiencia más dulce y preciosa!; no solamente porque da la capacidad para corresponder a todas las circunstancias, sino porque el Señor es reconocido como el constante, fiel y poderoso amigo del corazón.
No se dice: «Todo lo puedo», sino “todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). Hay un poder que dimana constantemente de una relación con el Señor. Tampoco está escrito solamente: «Uno lo puede todo». Esto es verdad; pero Pablo lo había aprendido de forma práctica. Él sabía con quién podía contar. Jesús siempre había permanecido fiel a él, le había guiado a través de muchas dificultades y también a través de tiempos prósperos, de modo que había aprendido a confiar en Él y no en las circunstancias. Y Cristo es siempre el mismo.