Si usted anhela ser una ayuda, un estímulo, una bendición para otros, es indispensable que el Salvador more en su corazón. Si quiere irradiar el amor divino en su familia, entre sus amigos, cerca de sus conocidos, si desea que penetre en el vehículo en el cual viaja, en la carta que escribe, en la conversación que entabla, en una palabra, si quiere hacer algo para la gloria de su Señor, es preciso que Jesús llene enteramente su corazón. Sólo así ejercerá, a la vez, una influencia bienaventurada y bendita.