“Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio.”
(Proverbios 6:6)
¡Nadie admite fácilmente que le falta energía o que es perezoso! Sin embargo, Dios conoce mejor que nosotros mismos nuestras predisposiciones y tendencias. Su Palabra, y especialmente el libro de los Proverbios, contiene varias exhortaciones dirigidas al perezoso. ¡Tal vez suenen con fuerza a algunos de nosotros!
¿No nos sucede que a veces nos dejamos tentar por el abandono? Cierto, la pereza no siempre se manifiesta claramente. Puede llevar varias máscaras; pero la Palabra de Dios las revela.
- Demora o remisión: Se deja para más tarde las obligaciones sin interés o fastidiosas; pero es simplemente una forma de pereza. Para eso, las buenas excusas no faltan: “El perezoso no ara a causa del invierno” (Proverbios 20:4); prefiere remitir ese trabajo para una estación más apropiada.
- Excusas: Cuando se trata de deberes difíciles o desagradables, encontramos excusas. “Dice el perezoso: El león está en el camino; el león está en las calles” (Proverbios 26:13).
- Lista falsa de prioridades; Primero emprendemos las cosas fáciles y agradables, y luego las más difíciles; como el hombre que sigue a los ociosos en lugar de labrar su tierra (Proverbios 28:19).
- Falta el tiempo: Nunca tenemos tiempo para lo que no queremos hacer, aunque malgastamos mucho para las cosas inútiles. “También el que es negligente en su trabajo es hermano del hombre disipador” (Proverbios 18:9).
- Sin don: «¡No puedo cumplir esta tarea, no estoy capacitado para ella!» Presentando esta excusa, muchos se preguntan cuales son los dones que el Señor les confió, en lugar de hacer simplemente lo que él les pone en el camino.
Recordemos las palabras del apóstol Pedro, al principio de su segunda epístola. Nos instiga a la diligencia en nuestra vida cristiana.
“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo... Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás” (2 Pedro 1:5-10).
En Lucas 19:12-27, la parábola de las minas muestra que el celo que tenemos por el Señor, y para cumplir las tareas que nos confía, será recompensado en su tiempo. ¿No tenemos todos el deseo de oír que nos diga: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades”? Entonces, tomemos a pecho su orden: “Negociad entre tanto que vengo” (v. 17, 13).