“He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes.”
(Apocalipsis 3:11)
Después de su resurrección, el Señor subió al cielo y dio a los suyos una promesa extraordinaria: la de su próxima venida para buscar a todos aquellos que redimió por su sacrificio en la cruz.
El apóstol Pablo recibió una revelación de Dios para explicar cómo el regreso de Jesús se producirá: “El Señor mismo... descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:16-17).
El Señor puede regresar de un momento a otro. ¿Me pondría feliz el hecho de irme ahora? Lo que puede atormentar mi conciencia son pecados no confesados o tal vez un pecado en el que vivo todavía y que aún no abandoné. Sé que deshonro a mi Salvador, y debo pensar solemnemente que ¡lo voy a encontrar! ¿Dónde entonces estará mi corona?
¿Cómo espera usted al Señor? ¿Con gozo o con miedo?