A los padres de mis nietos /8

1 Samuel 3

Elí

Hablando de los hijos de Elí, Dios dice: “Sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado” (1 Samuel 3:13). La maldad de Ofni y Finees es muy conocida para que entremos en detalles acerca de sus pecados y del juicio que alcanzó a esos dos hombres. Dios mismo nos los presenta en pocas palabras bajo su verdadero carácter, luego agrega la causa de ese mal: Su padre no los había estorbado. A la edad de noventa y ocho años, intentó amonestarlos, pero era demasiado tarde: “Ellos no oyeron la voz de su padre, porque Jehová había resuelto hacerlos morir” (2:25). A nosotros, padres, ningún pasaje de la Escritura nos habla con tanta seriedad. Quizás algunas palizas propinadas en la infancia no solamente habrían evitado una muerte prematura, sino también habrían salvado a esas almas de la perdición. Actualmente, en ciertos lugares, los castigos corporales no están más de moda, pero la Escritura es categórica en cuanto a este tema: “No rehúses corregir al muchacho; porque si lo castigas con vara, no morirá” (Proverbios 23:13). “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige” (13:24). “La necedad está ligada en el corazón del muchacho; mas la vara de la corrección la alejará de él” (22:15). “La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre”. “Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” (29:15, 17). “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; mas no se apresure tu alma para destruirlo” (19:18). Notemos todavía, al pasar, la recomendación de comenzar esta educación desde los primeros años de la infancia: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (22:6).

Observemos el contraste entre el hijo de Ana y los de Elí. Sin ninguna duda, la abnegada y valiente madre de Samuel empleó el corto y precioso tiempo que se le concedió a fin de criar cuidadosamente a su hijo (1 Samuel 1:22-28); ella «lo había estorbado». Elí, en su avanzada edad, quizás hubiera reconocido sus errores. Cuando Dios, en su gracia infinita, confió una joven vida a los cuidados de ese padre desfalleciente, la educación que le dispensó fue muy diferente de la que dio a sus propios hijos.

La teoría moderna que consiste en dejar a los hijos desarrollarse según su propio temperamento no trae sino penas y tristezas. Prestemos atención a lo que dice la Palabra de Dios en cuanto a ese tema tan importante.