¿A quién se dirige esta palabra? ¿A un héroe de la fe experimentado y confirmado? No; a un hombre temeroso, que experimenta profundamente su propia insuficiencia: a Gedeón. Las circunstancias de este hombre, tal como se narran en Jueces 6 y 7, son apropiadas para animarnos a través de las pruebas y temores de la vida, y para dirigir nuestros pensamientos hacia la única fuente verdadera de todo poder, hacia Dios mismo.
Los hijos de Israel sufrían entonces la dura opresión de Madián. En sus caminos gubernamentales, Dios ya había permitido muchas veces que sus enemigos los oprimiesen, en esa tierra que, sin embargo, les había dado para gozar allí de sus ricas bendiciones y de su reposo. Pero su infidelidad les había acarreado estas miserias. Eran por turno los moabitas, los filisteos, los cananeos quienes los agobiaban. Cada vez que confesaron su pecado, Dios levantó un juez por medio del cual les libraba de sus enemigos. Pero cada una de esas veces también, ellos se desviaban nuevamente, y “no se apartaban de sus obras, ni de su obstinado camino” (Jueces 2:18-19).
Madián: los intereses terrenales
En el capítulo 6, Dios se sirve de los madianitas y sus aliados para castigar a Israel. “Cuando Israel había sembrado”, ellos se esparcían por el país. “Y acampando contra ellos destruían los frutos de la tierra… y no dejaban qué comer en Israel” (v. 2-4). Cada enemigo del pueblo de Dios tiene su carácter propio y su manera particular de actuar. El método de Madián consistía en destruir los productos del país con el fin de empobrecer al pueblo. Podemos preguntarnos cuál es el enemigo que, hoy día, quiere arrebatarnos nuestro alimento espiritual, impedir que disfrutemos de Cristo, de los frutos de la Canaán celestial. Este enemigo, ¿no es —de un modo muy característico— la prosecución de nuestros intereses terrenales?
En nuestras casas, quizás no nos faltan Biblias; pero ¿hay una lectura regular y cuidadosa del libro de Dios? ¡Muchos obstáculos encontramos para esta lectura! Hoy día, la inteligencia es requerida más que nunca, pero ¿con qué fin? ¿Y cómo utilizamos nuestro tiempo? Sin duda, a menudo es muy limitado, pero ¿por qué razón? ¿Para qué tenemos tiempo, y para qué no lo tenemos? De una manera general, no son nuestras posibilidades ni nuestra falta de medios los que nos limitan; es la orientación de nuestros intereses. Y por esto, el enemigo busca constantemente privarnos de la bendición.
Gedeón: los intereses celestiales
En su miseria, los hijos de Israel se refugiaron en “cuevas en los montes, y cavernas, y lugares fortificados” (v. 2). No nos sorprende, pues, encontrar a Gedeón en un lagar (probablemente tallado en una roca), ocupado, en ese lugar insólito, en sacudir el trigo que quería poner a salvo de Madián (v. 11). Gedeón no se resignaba a la situación. Fielmente, utilizaba lo poco que tenía a su disposición; y halló así la aprobación de Dios. El ángel de Jehová vino y se le apareció.
¿No tenemos ahí la imagen de un creyente que da una gran importancia a los intereses celestiales? Gedeón no aceptaba así tan sencillamente que los madianitas le robasen el poco alimento que le quedaba. ¡Oh, si sólo hubiera más hermanos y hermanas decididos a no conformarse con el empobrecimiento espiritual que conocemos hoy! Gedeón no pensaba en absoluto que un día le sería confiada una gran tarea. Del mismo modo, nosotros no debemos ambicionar un servicio. Debemos preocuparnos primeramente por nuestro propio alimento espiritual, así como por el de nuestra familia, y tal vez por el de la iglesia local en la cual Dios nos ha colocado. ¿Es esto verdaderamente importante para nosotros?
“Jehová está contigo, varón esforzado y valiente” (6:12)
¡Tal es la primera palabra que el Ángel dirige a Gedeón! ¿Debe él considerarse verdaderamente como un varón esforzado y valiente? No se lo puede imaginar; tampoco se atreve a apropiarse de la promesa que contiene esta declaración. “Ah, señor mío —exclama—, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto?” Pero Dios quería estar con Gedeón, y servirse de él para la liberación de su pueblo. En los días de decadencia y carestía, se enfatiza más que nunca la responsabilidad individual. Pensemos en la reiterada expresión: “Pero tú” de las epístolas a Timoteo.
A pesar de todo esto, Dios se muestra paciente. Soporta el «por qué», el que, sin duda, atormentaba el corazón de Gedeón desde hacía mucho tiempo. Así también nosotros podemos derramar nuestro corazón delante de él con toda libertad; en cuanto al «por qué», mientras no traduzca un estado de rebelión, Dios nos entiende “sin reproche” (Santiago 1:5). Cuando Gedeón dice: “Y ahora Jehová nos ha desamparado”, es cuando Dios lo mira y le hace constar que siempre está ahí.
“Ve con esta tu fuerza” (6:14)
Hubiéramos comprendido mejor si Dios le hubiera dicho: «Ve con la fuerza que te daré». ¿Qué significa entonces “con esta tu fuerza”? Aquí encontramos un principio de máxima importancia: en la marcha de la fe, debemos obrar con los medios que nos son confiados, por débiles y mínimos que sean. Solamente entonces, y no antes, Dios nos confiará más.
“¿Qué es eso que tienes en tu mano?” le había preguntado Dios a Moisés. “Una vara” (Éxodo 4:2). ¡Lo cual era muy poco! Pero esta vara llegó a ser el instrumento y el símbolo del poder de Dios para librar a su pueblo de Egipto.
“Cinco panes de cebada y dos pececillos… ¿qué es esto para tantos?” (Juan 6:9). ¡Ciertamente! Pero el Señor quería utilizarlos para alimentar a la multitud. La alimentación de estos miles es un acto de su poder en creación, y por tanto quería servirse de lo poco que había a su disposición.
“Tienes poca fuerza”, dice el Señor a la iglesia que está en Filadelfia (Apocalipsis 3:8). Pero todo el tiempo que el Señor mantenga la “puerta abierta”, Filadelfia debe obrar fielmente, y precisamente con este poco de fuerza.
En estas palabras de Dios a Gedeón, hay aún otra enseñanza para nosotros: no esperemos que Dios haga un milagro. Él puede realizarlo a su tiempo, si lo juzga conveniente. Y esto fue justo lo que pasó por medio de Gedeón cuando obtuvo la completa victoria sobre los madianitas. Pero Gedeón debía dar el primer paso de fe.
“Yo estaré contigo”(6:15)
Al considerar los acontecimientos que siguen, hasta la victoria sobre Madián, nos maravillamos al comprobar la gracia con la que Dios sale al paso de las vacilaciones y temores de Gedeón. Aunque éste argumenta que es joven y que su origen en Israel es muy humilde, Dios le da esta plena seguridad: “Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre”. Luego, asistimos a una sucesión de revelaciones, signos y actos milagrosos que tienen todos como fin fortalecer la confianza de Gedeón en Dios y prepararle para la misión que éste tiene para él. ¡Cuán grande es la paciencia de Dios para con su débil instrumento!
Nosotros también sentimos más que nunca cuánto dependemos, en el tiempo actual, de la paciencia y de la misericordia de Dios. Podemos tener sombríos presentimientos respecto a eventos muy próximos; y muchos otros nos son aún desconocidos. Desde el punto de vista espiritual, el pueblo de Dios atraviesa miserias comparables a las que tuvo su pueblo terrenal en la época de Gedeón. Pero la fidelidad de Dios es inmutable.
¡Que podamos, entonces, apropiarnos de esta promesa!: “Ciertamente yo estaré contigo”, y, apoyándonos en ella, obedecer al Señor que nos dice: “Ve con esta tu fuerza”.
Él también le dijo al apóstol Pablo: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”. Y éste concluyó: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Corintios 12:9).