Estos versículos nos presentan los grandes principios del servicio cristiano: entera devoción al Maestro (v. 1), no conformidad al mundo, discernimiento espiritual, reconocimiento de la voluntad de Dios y sumisión a esta voluntad (v. 2), y, humildad (v. 3), todo esto conduce a un funcionamiento armonioso de los miembros del cuerpo, del que los creyentes forman parte, cada uno en su lugar (v. 4-8).
La fuerza del servicio es puesta en evidencia por una expresión que se repite dos veces en términos idénticos: “conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” y “conforme a la medida de la fe” (v. 3 y 6).
En el versículo 3, se trata de pensar con cordura de sí mismo: no sobrestimar el servicio o el don que Dios nos confió, pero tampoco subestimarlo o minimizarlo. Nuestra tendencia natural es tener “más alto concepto de sí” y estimarnos capaces de cumplir la tarea puesta delante de nosotros. Pero, puede suceder que, por falta de fe, tengamos un pensamiento que nos desestime en vez de pensar “de sí con cordura” y que por un “espíritu de cobardía” que no viene de Dios (compárese con 2 Timoteo 1:7), retrocedamos ante las tareas que él nos da. El pensamiento que conviene tener es “conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. No se trata aquí de la fe que salva, sino de una fe práctica en la vida diaria. La fe introduce a Dios en nuestras vidas, y, por consiguiente, es la medida de nuestra fe lo que determina nuestro grado espiritual. Entonces, ¡no emprendamos una obra que necesita más fe que la que tenemos! E inversamente, tampoco nos atemoricemos ante tareas que tenemos que cumplir sobre un principio de obediencia y de fe.
En el versículo 6, la expresión se relaciona con la profecía, lo que corresponde hoy al ministerio de la Palabra (compárese con 1 Corintios 14:3; 1 Pedro 4:11). “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir...” (v. 6-7). Pero el principio es general. Toda obra, toda acción, todo servicio cristiano debe ser hecho “con fe” (Romanos 14:23). La convicción de que Dios pone una “buena obra” en nuestro camino (Efesios 2:10), la certeza de que podemos cumplirla para él y con él, es lo que nos da la fuerza; y es lo que hace que esta obra sea una obra de fe.
“Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo” (Jeremías 17:5). Estamos expuestos al peligro de “poner carne por nuestro brazo”, es decir apoyarnos en la fuerza del hombre, ya sea la nuestra o la de nuestros compañeros. Uno se apoya con gusto en sus hermanos y hermanas. Cuando se actúa así, pronto nos damos cuenta de que lo que no nos atrevíamos a hacer solos, lo hacemos en grupo porque nos damos ánimo unos a otros. Este «efecto de grupo» es muy conocido, aun en el mundo, pero no tiene lugar en el servicio cristiano. Si Dios confía a dos o tres de los suyos un servicio en común —y hay tareas cuya extensión requiere la actividad de varios— es necesario que cada uno actúe “con fe”, “por la fe” y “conforme a la medida de fe” que Dios le repartió. Cumplir un servicio en proporción a nuestra fe, es contar enteramente con Dios para recibir de él solo fuerzas y dirección. “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová” complementa el pasaje de Jeremías citado más arriba.
Sin embargo, Dios tiene en cuenta nuestra debilidad. “Él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:14). A la víspera del asalto del enemigo con trompetas y teas, Gedeón recibió la orden de descender al abrigo de la noche hasta el campamento de Madián. Y Dios agregó: “Si tienes temor de descender, baja tú con Fura tu criado al campamento” (Jueces 7:10). ¡Qué condescendencia! Sin embargo, también ese criado tenía que tener una buena medida de fe para acompañar a su amo a hacer esa visita tan peligrosa.
Barac vaciló cuando fue llamado por Débora a reunir a su gente en el monte de Tabor para combatir al ejército de Sísara. Su fe era escasa. Respondió a la profetisa: “Si tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré” (Jueces 4:8). Débora fue, haciéndole resaltar su falta de fe. Barac combatió animado por la fe de Débora; y Dios dio una victoria brillante. A pesar de la debilidad de los instrumentos de los cuales Dios se sirvió, el Nuevo Testamento pone a Barac como a Gedeón en la lista de hombres de fe (Hebreos 11:32).
“Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado” (1 Pedro 4:11).