Pepitas de oro /10

La separación del mundo

La separación del mundo

“Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo,
y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.”

(Filipenses 3:8)

  • Un cristiano celestial considera como una vergüenza cualquier rasgo del mundo sobre él.
     
  • El hombre celestial que puede decir: “estoy muerto con Cristo” (Romanos 6:8), es el único capaz de liberarse de todo lo que pertenece a Egipto (el mundo). El principio de la mundanalidad es arrancado del corazón de aquel que, muerto y resucitado con Cristo, vive una vida celestial.
     
  • La asociación con el mundo nos impide vencerlo.
     
  • Llamada a la gloria, la fe abandona necesariamente a Egipto (el mundo); no es ahí donde Dios ha puesto su gloria. Estar cómodo en el mundo es no estar a gusto en el cielo.
     
  • Mucho temo que los creyentes se cansen de la separación del mundo.
     
  • Debemos caminar con un Señor rechazado. Todo el sistema de este mundo es un obstáculo empleado por el enemigo para apartar los corazones de Dios. Ropas llamativas, vanas apariencias, adulaciones…, todo aquello que nos pone en el lugar del rico de Lucas 16, es una trampa. El cielo se abrió para recibir a un Cristo rechazado: Recordémoslo bien.
     
  • Sansón era nazareo, separado para Dios, santificado para Jehová; como señal de su separación, sus cabellos no debían ser cortados. Conservaba su poder mientras observara este mandamiento y el precepto divino. Podía parecer que había poca relación entre el cabello largo y una fuerza invencible: pero Dios estaba en ello, y un Dios al que obedecemos y honramos es un Dios de poder para nosotros.
     
  • El designio de Dios es vincularnos con el cielo. Es necesario que tengamos el cielo sin el mundo, o el mundo sin el cielo. Aquel que preparó la Ciudad, no puede desear para nosotros algo que esté entre los dos.
     
  • Me acuerdo haber dicho que hay una gran diferencia entre abandonar el mundo y ser abandonados por él. Esta última posibilidad pone a prueba todos los elementos personales de importancia, escondidos mucho más profundamente en nuestros corazones de lo que podemos pensar.
     
  • La actividad de la que más necesitamos es aquella que tiene como objeto presentar a Cristo a las almas, de manera que produzca abnegación por Él, ausencia de mundanalidad, una vida en la cual hacemos una sola cosa. Que el hogar, los vestidos, toda nuestra manera de ser, muestren que Cristo es todo para nosotros.
     
  • Salimos de en medio de la gente del mundo, con el fin de entrar en la relación de hijos y de hijas con el Dios Todopoderoso (2 Corintios 6:17-18). Si no lo hacemos, no podremos gozar de esta relación. Dios no quiere tener a gente del mundo en relación con él como sus hijos y sus hijas: esta posición respecto a él les es desconocida.
     
  • Con qué sabiduría Dios no eligió a “¡muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles!” (1 Corintios 1:26). Ellos encuentran muy difícil someter a Dios todas sus ventajas. Si una iglesia está compuesta de hermanos ricos, ocurrirá una de dos posibilidades: o bien se volverán prácticamente pobres y sin pretensiones, o bien mundanos en la vida práctica.
     
  • Un corazón distraído es una calamidad para el cristiano. Cuando el corazón está lleno de Cristo, no posee ningún lugar ni siente ningún deseo por las vanidades del mundo. Si Cristo habita en su corazón por fe, usted no se hará más la tan frecuente pregunta: «¿Qué mal hay en esto o en aquello?» Sino que más bien se preguntará: «¿Hago yo esto por Cristo? ¿Puede aprobarme Cristo en esto?» Si usted está en comunión con Él, descubrirá fácilmente lo que no es según Él. No permita que el mundo intervenga y desvíe sus pensamientos.