Hay creyentes para los cuales los “si” que contiene esta epístola son una causa de duda y angustia. Por eso, vale la pena aclarar que el apóstol Juan enumera las pruebas de la vida de Dios en el alma justamente para disipar las dudas en la mente de aquellos a quienes escribe. Si entristecemos al Espíritu Santo y descuidamos la unción de lo alto por la cual conocemos todas las cosas, no es de extrañar que perdamos la certeza y la luz. Pero no confundamos a las personas que nunca han tenido la certeza con aquellas que sí la han tenido, pero la han descuidado. La meta del apóstol es fortalecer a los discípulos en su seguridad. Él dice: “Os escribo... porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre”; “porque habéis conocido al Padre”; “sobre los que os engañan”, etc. Quiere hacerles comprender que los falsos maestros que los seducían se encontraban en un estado que se podía discernir. Por eso les da las dos señales de la vida de Dios, esto es: guardar los mandamientos de Jesús y amar a los hermanos. En el versículo 6, nos enseña a discernir a estos falsos maestros. No hay otra regla de vida que vivir como Cristo vivió. Si algo está en contra de este principio de la vida de Cristo, debemos combatirlo, incluso en nosotros.
El principio de la salvación, oculto al mundo, es que la vida de Cristo nos ha sido comunicada, que Cristo habita en nosotros. Los creyentes mismos a menudo ignoran la consecuencia de este principio. Todo aquel que dice: «Yo permanezco en él», debe andar como él anduvo. Si la gracia de Dios nos ha dado este privilegio, ¿puede haber una bendición mayor que el derecho de vivir en esta tierra tal como Jesús vivió en ella? Si los creyentes no reconocen esto, entonces realmente no sé lo que reconocen, porque ello implica identificarse tanto con las dulzuras de la comunión de Jesús como con sus sufrimientos aquí abajo. Pregúntese, en los detalles de la vida, si usted vive como Jesús vivió; esto soluciona muchas cosas. Sin embargo, esto no quiere decir: «Yo soy tal como Jesús era»; esto no lo somos ni lo seremos nunca. La Palabra de Dios no requiere esto, sino que pide que vivamos tal como Jesús vivió; ella no lo exige como una ley. Es una realidad en él y en nosotros. La vida de Jesús nos fue comunicada, y Dios pide que vivan como él sólo a aquellos a quienes ha comunicado esta vida.
La expresión “hijitos”1 en el versículo 12 se aplica a todos los creyentes. La palabra “padres” señala a aquellos que ya son maduros en el cristianismo. Están caracterizados por un conocimiento íntimo del Señor, tal como él es desde el principio. Saber que Jesús nos salvó es algo común a todos los creyentes, pero los “padres” se distinguen por un conocimiento profundo del Señor. Conocerle poco, implica ser joven en la fe. Los “jóvenes” se caracterizan por la lucha contra todo lo que Satanás nos presenta. Aquel que entra en el camino de la fe al principio está muy gozoso, pero no puede vivir mucho tiempo de este gozo, porque encuentra en sí facultades y aficiones de las que Satanás sacará ventaja poniendo tentaciones. Los jóvenes en Cristo ya han vencido al maligno. Satanás se esconde como una serpiente en las hierbas y nos presenta toda clase de cosas para atraernos, o ruge contra nosotros. Se nos opone con toda clase de consecuencias de la vida de Cristo a fin de asustarnos e impedir así que vivamos como Cristo vivió. Pero debemos juzgar todo según la vida de Cristo que poseemos y contentarnos con lo que él nos da. Cuando andamos en el Espíritu, el maligno no nos toca. Lo que pone de manifiesto el vigor de la vida cristiana es vencer a Satanás, resistir a lo que nos presenta. Para esto, tenemos que estar ocupados con el Señor. Existen facultades de la inteligencia, deseos del corazón que reclaman algo, y si el nuevo hombre no los emplea, Satanás y la carne los ocuparán.
Lo que caracteriza a los hijitos (v. 13, al final) es el Espíritu de adopción, el conocimiento del Padre. Sin este Espíritu, el apóstol no supone que uno sea cristiano. Insiste en este aspecto recordando al mismo tiempo que un cristiano maduro y con experiencia —un padre— conoce a Jesús. Este conocimiento es el final de todo.
Agrega, hablando a los jóvenes: “La palabra de Dios permanece en vosotros”. Esto fortalece al joven. Para él es el medio para adquirir inteligencia y discernimiento; es también la señal de su fuerza. La Palabra es la espada del Espíritu. Jesús venció al maligno diciendo: “Escrito está”, y esto le bastó. Desde el momento que utilizo la Palabra de Dios, es imposible que alguien me responda. Si se quiere impedir que yo obedezca a esta Palabra, puedo decir: «Esto viene de Satanás». Puede haber lucha, pero la gracia de Cristo bastará para darme la victoria. Si usted no lee con detenimiento la Palabra y se contenta en decir: «Yo sé que soy salvo, y esto me basta», será vencido. Y esto no es de sorprender, puesto que en el combate no tendrá la espada en su mano.
Luego, el apóstol advierte a los jóvenes en cuanto al mundo (v. 15). Este último siempre está en contraste con el Padre. Muchas veces, los creyentes no admiten que “la amistad del mundo sea enemistad contra Dios” (Santiago 4:4). La Palabra emplea la palabra «mundo» de la misma manera que la empleamos nosotros. Este mundo ha rechazado a Cristo, y el Padre le hizo heredero del mundo venidero. Hay que elegir entre estos dos. No puede amar este mundo y el mundo venidero, ni apegarse al mundo venidero sin despreciar este mundo. Amar las cosas que agradan a los ojos, amar ser rico, guardar sus riquezas y buscar su comodidad no es vivir como Jesús vivió, y esto le impide crecer y madurar en Cristo.
En el versículo 18, el apóstol se dirige nuevamente a los hijitos. Les recuerda que tienen la unción del Santo. Les presenta su responsabilidad al mismo tiempo que los anima. Les dice: “Conocéis todas las cosas” (v. 20). Cada creyente debe andar por fe, y a veces falla en esto; también los exhorta advirtiéndoles que es el último tiempo. En la Palabra, el último tiempo es el tiempo del Anticristo, y no, como ciertos maestros dicen, el tiempo del Mesías.
Si usted es un niño (o hijito) en Cristo, el apóstol le dice aquí que se guarde de las falsas doctrinas y al mismo tiempo le da la seguridad de que tiene “la unción del Santo”. No es la unción del Sabio ni tampoco la del Dios todopoderoso, ni siquiera la del Padre, sino la unción del Santo. Si la santidad no está en nosotros, no podemos estar guardados ni podemos comprender las cosas de Dios, pues sólo mediante esta unción conocemos todas las cosas.
¿Tiene usted el deseo de vivir como Cristo vivió? ¿Se ha entregado de corazón y por entero a él? Esto es necesario si se quiere disfrutar del conocimiento de aquel que es desde el principio. Si es un niño en Cristo, tiene la unción del Santo. Si es un joven en Cristo, guárdese de toda seducción del mundo; guárdese de querer ser exaltado. Sea sabio y prudente. Es suyo el medio para vencer y para avanzar en el conocimiento de aquel que es desde el principio.
- 1N. del E.: En el original griego, la palabra “hijitos” utilizada en los versículos 12 y 28 es la misma y se dirige a todos los cristianos, mientras que en los versículos 13 y 18 la palabra “hijitos” corresponde a «niñitos» que es el primer grado de madurez espiritual cuando el recién convertido entra en la familia de Dios.