La Biblia, resumen de sus 66 libros /9

Efesios – Filipenses – Colosenses – 1 Tesalonicenses – 2 Tesalonicenses

Efesios

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo.”

(Efesios 1:3)

Efesios (Éfeso significa «deseo») es una epístola sin reprensiones. Revela plenamente los grandes propósitos de Dios acerca de los creyentes en la actual dispensación de la gracia, así como la presente “bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” y su posición “en Cristo”: sentados “en los lugares celestiales”.

Cristo, de acuerdo con la gloria de su persona y el valor infinito de su obra, es el centro designado de la bendición de todo el universo: y “en él” hemos obtenido herencia. Él está sentado en el trono de su Padre, y allí nos representa en perfección: estamos “en él”. Los creyentes judíos y gentiles (o las naciones) forman “un solo cuerpo” (2:16), unido a Cristo la Cabeza en la gloria.

La epístola a los Efesios presenta a la Iglesia como el cuerpo de Cristo y como la casa de Dios. Los creyentes son “juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (2:21-22).

En el capítulo 5 vemos a la Iglesia como una esposa santa y sin mancha para su Esposo. En tiempos pasados, tales verdades no fueron conocidas ni se profetizó acerca de ellas, pero ahora son reveladas por medio de los apóstoles y profetas. También se ve que nuestra lucha está en “las regiones celestiales”, “contra huestes espirituales de maldad” (6:12), poderes Satánicos ocupados en oponerse a nuestro discernimiento y gozo de la verdad como nuestras legítimas posesiones divinas.

Ningún libro es más importante que Efesios en cuanto a desarrollar un carácter conforme a nuestra verdadera unión con Cristo en el hogar apropiado de nuestras almas, el cielo mismo.


Filipenses

“Aun estimo todas las cosas como pérdida
por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor,
por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.”

(Filipenses 3:8)

Filipenses («aficionado a los caballos» o «a la carrera») es una epístola pastoral, alentadora y refrescante. Está escrita a una iglesia afligida por la pobreza pero que, no obstante, había mantenido un leal afecto por Pablo desde que habían sido convertidos por medio de sus labores, once años antes.

La epístola presenta la verdadera experiencia cristiana como una carrera deportiva que conduce “al premio del supremo llamamiento de Dios” (3:14). El propio Pablo es ejemplo de esta experiencia, y aunque estaba en prisión, su vibrante y, sin embargo, pacífico gozo impregna el libro completo. El secreto radica en el hecho de que, de un modo práctico, Cristo es todo para él:

  • capítulo 1, Cristo es su motivo de vida;
  • capítulo 2, Cristo es su ejemplo;
  • capítulo 3, Cristo es su blanco;
  • capítulo 4, Cristo es su fuerza.

El capítulo 2 contiene una magnífica declaración de la grandeza de la humillación voluntaria del Señor Jesús, desde el lugar más elevado de la gloria hasta el más profundo sufrimiento y la muerte de cruz. Esto da como resultado entonces la bendita respuesta de Dios al exaltarle como Hombre al lugar de la más elevada preeminencia (v. 5-11).

Los afectos y la admiración del apóstol Pablo tenían como centro la persona maravillosa del Señor Jesús. Podía así no sólo soportar pacientemente toda adversidad desagradable, sino también regocijarse al ver en cada una de éstas una ocasión de más plena bendición y de mayor gloria para Cristo.

Este magnífico triunfo de la fe, que se encuentra en esta epístola, anima al cristiano a desarrollar una fe similar en su propia vida personal.


Colosenses

“Dando gracias al Padre que nos hizo aptos
para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas,
y trasladado al reino de su amado Hijo.”

(Colosenses 1:12-13)

Colosenses («monstruosidades») tiene mucho en común con Efesios. No obstante, de ninguna manera presenta a los creyentes sentados en los lugares celestiales, sino más bien los considera como caminando aún a través del desierto que es el mundo desolado para los cristianos. Sin embargo, la provisión para el viaje es celestial, y se contempla en forma hermosa la bendita plenitud de esta provisión en la persona de Cristo. “Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (2:9).

En relación con esta plenitud, las palabras “todo” y “toda” son usadas constantemente. Y esto era necesario para advertirles, por una parte, contra los peligros de la filosofía y, por otra, del misticismo religioso. Lo primero no es otra cosa que una apelación al intelecto, mientras que lo otro, un insulto grosero al intelecto, aunque a menudo se encuentran curiosamente entremezclados, un verdadero monstruo de dos cabezas en contradicción. La preeminente primacía de Cristo es, por supuesto, la bendita respuesta a esto.

Cristo es visto como el primogénito de toda la creación, y también como Cabeza del cuerpo (1:15, 18), la Iglesia. Él reconciliará consigo todas las cosas, las que están en la tierra como las que están en los cielos; pero ahora ha reconciliado consigo a todos los creyentes. Ha proporcionado tanto el ministerio del Evangelio como el de la Iglesia, por medio del apóstol Pablo. En todo esto, hay una doble provisión: la que es hacia el mundo, y la que es para sus redimidos.

Entonces, encontramos en este libro alimento celestial que nos preservará del mal en sus formas más disfrazadas.


1 Tesalonicenses

“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios,
de que cuando recibisteis la palabra de Dios
que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres,
sino según es en verdad, la palabra de Dios,
la cual actúa en vosotros los creyentes.”

(1 Tesalonicenses 2:13)

La primera epístola a los Tesalonicenses («victoria sobre la falsedad»), cronológicamente, es la primera de las epístolas de Pablo. Está llena de frescura, energía, y calidez. Pastoral en su carácter, se dirige “a la iglesia de los tesalonicenses”, ilustrando así que el verdadero cuidado pastoral no es sólo de individuos, sino también de la iglesia de Dios. Esta última, formada durante una breve visita a Tesalónica (Hechos 17:1-4), en medio de circunstancias de amarga persecución, había llegado a ser un modelo para las otras, debido a su piadosa energía de fe divulgando la Palabra del Señor (1 Tesalonicenses 1:7-8). Fe, amor y esperanza se ven de forma hermosa a través de todo este libro y de la segunda epístola también.

La venida del Señor es un asunto que resalta en esta epístola. En el capítulo 1:10 se ve como la liberación de la ira venidera de la tribulación. En el capítulo 2:19, está relacionada con el gozo de Pablo al ver a sus hermanos en la gloria de arriba. En el capítulo 3:13, tiene a la vista el fortalecimiento de los creyentes irreprensibles en santidad. En el capítulo 4:15-18, es una preciosa perspectiva para dar consuelo presente a aquellos que están en tristeza. En el capítulo 5:23, es vista como una santificación final y total del espíritu, alma y cuerpo.

El versículo arriba citado muestra la razón de la fiel energía de los tesalonicenses. La Palabra de Dios actuaba realmente en sus almas: era Dios quien había hablado; ellos aceptaban esa Palabra como tal. De esta manera se producen buenos resultados. En consecuencia, este libro es muy alentador y estimulante.


2 Tesalonicenses

“El mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre,
el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia,
conforte vuestros corazones,
y os confirme en toda buena palabra y obra.”

(2 Tesalonicenses 2:16-17)

La segunda epístola a los Tesalonicenses, al igual que la primera, es de carácter pastoral; pero trata de aquellas sutiles influencias que muy pronto amenazaron con arrebatarle a esta joven iglesia su reciente y ardiente afecto para con el Señor, su vigorosa fe y su paciencia ante la persecución. El apóstol Pablo advierte fielmente del futuro advenimiento del Anticristo, mientras que ya estaba “en acción el misterio de la iniquidad” (2:7) para socavar lo que era de Dios. Por lo tanto, fieles amonestaciones se agregan al refrescante estímulo de la primera epístola, sazonar con sal, para preservar el testimonio de Dios.

Cartas, que pretenden haber sido enviadas por Pablo, habían comunicado a los tesalonicenses que el día del Señor ya había venido. Esto era un astuto engaño del enemigo por medio del cual buscaba socavar la confianza de ellos en la venida del Señor para buscar primeramente a la Iglesia, antes del impresionante día de su juicio del mundo. Pablo corrige esto y, en el capítulo 2, explica que el día del Señor, no puede ocurrir antes de que la Iglesia sea arrebatada a los cielos.

En contraste con las malignas obras y palabras del Anticristo, los creyentes son animados a permanecer firmes en toda buena palabra y obra. Por lo tanto, éste es un libro que tiene por objeto darnos discernimiento espiritual y firmeza en cuanto a aquellas cosas que tiendan a rebajar el testimonio cristiano.

Igualmente, la venida del Señor resalta en todos los capítulos.