La Biblia, resumen de sus 66 libros /10

1 Timoteo – 2 Timoteo – Tito – Filemón

1 Timoteo

“Indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu,
visto de los ángeles, predicado a los gentiles,
creído en el mundo, recibido arriba en gloria.”

(1 Timoteo 3:16)

La primera epístola a Timoteo («que honra a Dios») está dirigida a un individuo, un joven por quien Pablo evidentemente sentía un profundo afecto. De carácter tímido y retraído, y a pesar de haber sido dotado por Dios, necesitaba ser incitado a tener un sentido de responsabilidad en cuanto a la conducta que convenía observar “en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente” (3:15).

Su ministerio le fue dado, no para ser ejercitado de forma independiente, sino por causa del bienestar de la Iglesia, el cuerpo de Cristo. Es llamado también a cuidar que la sana doctrina se mantenga en la iglesia local, y que ese orden sea mantenido con la participación de ancianos y diáconos fieles.

La iglesia también debía ser un lugar de oración (cap. 2); y en el capítulo 3, es vista como “columna y baluarte de la verdad” (v. 15). Da testimonio que Dios fue:

  • “manifestado en carne”, en la verdadera humanidad del Señor Jesús,
  • “justificado en el Espíritu”; en el momento del bautismo de Jesús y durante el transcurso de su vida, vemos el poder de la unción del Espíritu Santo,
  • “visto de los ángeles”, quienes nunca antes le habían visto,
  • “predicado a los gentiles”, proporcionando un Evangelio universal para toda la humanidad,
  • “creído en el mundo”, si son muchos o pocos, no marca ninguna diferencia, pero la fe respondió a tal revelación,
  • “recibido arriba en gloria”, lo que completa esta lista de benditos hechos de los cuales la Iglesia da testimonio.

Las instrucciones que hallamos en este libro son provechosas para nuestra conducta y nuestra vigilancia en cuanto a la Iglesia de Dios.


2 Timoteo

“Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor,
ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones
por el evangelio según el poder de Dios.”

(2 Timoteo 1:8)

La segunda epístola a Timoteo trata también de la responsabilidad individual en relación con la Iglesia. Es la última epístola del apóstol Pablo. La escribió desde la prisión, sabiendo que iba a ser enviado a la muerte por testificar del Señor. Aquí ya no habla de “la casa de Dios”, sino de “una casa grande” (2:20), ya que aquello que una vez había sido la casa de Dios en cierta medida de pureza y verdad, se había degenerado hasta el punto de aceptar errores groseros y vasos de deshonra. Además, todos los que estaban en Asia habían abandonado a Pablo, indudablemente porque no deseaban más su enseñanza. Pero él no se desanima. En efecto, con un corazón gozoso anima a este joven Timoteo, fortaleciéndole contra su propia timidez natural. Timoteo no debe avergonzarse del testimonio del Señor, debe “usar bien la palabra de verdad” (2:15), hacer completo uso de toda esa bendita verdad, actuando con firmeza y decisión para Dios. No debe descuidar nada de ello, ya sea en la obra de evangelista o en el ministerio para el pueblo de Dios. El capítulo 2 muestra al creyente en ocho importantes aspectos de la vida, y es muy útil para cualquiera persona que honestamente desea servir al Señor hoy en día.

Así pues, este libro contiene un gran estímulo para el corazón que es recto en estos días de alejamiento y descuido espiritual. Revela la bendición de los recursos de Dios quien conoce las presentes condiciones, para que, independientemente de cual sea la deshonra hecha al nombre de Dios por la cristiandad profesante, el creyente pueda, con todo, ser fiel al significado del nombre Timoteo: «que honra a Dios».


Tito

“Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza,
para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras.
Estas cosas son buenas y útiles a los hombres.”

(Tito 3:8)

Tito («cuidador») es también una epístola individual.

Su tema no es exactamente el de la piedad en el mantenimiento de la verdad en la Iglesia de Dios (como en Timoteo), sino más bien la verdad que produce la piedad y el orden en la Iglesia. Si hay verdad, ella es “según la piedad” (1:1).

Tito había permanecido en Creta con el propósito de establecer ancianos allí en cada ciudad. Pablo y Bernabé habían hecho tal obra, como se muestra en Hechos 14:23, y Pablo había delegado autoridad en Tito para hacerlo. Él bien pudo haber delegado también tal autoridad en Timoteo, aunque esto no se indica; sino que, en realidad, escribió a Timoteo en cuanto a las cualidades de un anciano u obispo. Al dirigirse a Tito, insiste, por supuesto, en la piedad si uno iba a ser establecido para tal obra.

Hoy en día, no hay nadie que tenga autoridad para nombrar ancianos, sin embargo, los creyentes deberían reconocer fácilmente a hombres con tales cualidades, y respetar su experiencia y juicio, sin que sean designados oficialmente.

Notemos, también, que Pablo insiste en la piedad en las variadas relaciones de los creyentes entre sí, y exhorta a que Tito sea un ejemplo para todos ellos. Aquellos que habían creído a Dios debían ser exhortados seriamente a ser celosos “de buenas obras” (2:14). Esto no es simplemente abstenerse de obrar mal, sino de comprometerse en aquello que es positivamente beneficioso para el bien de otros.

Vemos a través de estas líneas que cuidar almas es una obra valiosa.


Filemón

“Tenemos gran gozo y consolación en tu amor,
porque por ti, oh hermano, han sido confortados los corazones de los santos.”

(Filemón 7)

Filemón («afectuoso»). Estrictamente hablando, no es una epístola dirigida a un individuo, puesto que Pablo también se dirige a otros: a una hermana que probablemente puede ser la esposa de Filemón; y a un hermano, Arquipo, de quien se habla como “compañero de milicia”, un hombre particularmente dotado de parte del Señor para el ministerio (compárese con Colosenses 4:17); y a la iglesia que se reunía en casa de Filemón. Aunque escrita en un tono personal, sin embargo se hizo de ella una materia de interés y preocupación para toda la iglesia.

Esta epístola es un hermoso ejemplo de la gracia divina que procura despertar en los corazones de los creyentes un verdadero regocijo por la salvación de un esclavo fugitivo quien, convertido por medio de Pablo en prisión, es enviado ahora de regreso por el apóstol a Filemón, su amo. Pablo desea que este esclavo, Onésimo, sea recibido, no sólo por Filemón, sino por su esposa, por uno que trabaja en la enseñanza de la Palabra y por la iglesia. La gracia se deleita en la más entera restauración, no meramente en una medida.

Pablo se dirige con sabiduría y dulzura a Filemón sobre la base de la gracia que, él sabía, ya había influenciado profundamente a este amado hermano al confortar los corazones de los creyentes. La gran gratitud y el estímulo sentido por el apóstol debido a esto, con toda seguridad disiparían cualquier resentimiento que Filemón pueda haber sentido hacia Onésimo.

El significado del nombre Filemón es una encantadora indicación del gozo de la reconciliación. Este libro seguramente despierta los más tiernos sentimientos de deleite en la gracia restauradora de Dios.