La supremacía de nuestro Padre es lo que da reposo al corazón del cristiano, frente a un mundo caracterizado por el mal y completamente alejado de Dios. Saber que, de todos modos, a pesar de la rebelión de la criatura, todas las cosas permanecen tan absolutamente entre Sus manos como siempre lo estuvieron, es lo que nos da pleno alivio, y lo único que puede hacerlo. Dios gobierna todavía sobre todo, y allí donde el mal no puede ser transformado en bien, Él lo refrena y lo detiene.