1) “No te impacientes a causa de los malignos.” (v. 1)
La misma idea se menciona más adelante: “No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades” (v. 7). “Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites...” (v. 8). Y en Proverbios 24:19 tenemos una exhortación parecida a la del versículo 1.
La impaciencia abarca también el estado de ánimo como la agitación, el enojo, el espíritu de contradicción, el nerviosismo. Cuán fácilmente nos dejamos invadir por esos estados de alma cuando vemos el mal a nuestro alrededor, o cuando pensamos en el deterioro moral del mundo. Pero en vez de perturbarnos e irritarnos por esto, deberíamos más bien recordar que Dios está siempre sobre su trono y que nada sucede sin que Él lo permita. Él actúa misteriosamente detrás de la escena para el cumplimiento de todos sus designios.
2) “Confía en Jehová, y haz el bien.” (v. 3)
Confiar simplemente en Dios, en todo tiempo y en cada situación. ¡Cuánto necesitamos aprender esta lección! Confiar en Dios implica no buscar apoyo en otra parte. El libro de los Proverbios nos dice al respecto: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia” (3:5). El profeta Jeremías hace la doble declaración: “Maldito el varón que confía en el hombre” y “Bendito el varón que confía en Jehová” (17:5, 7).
Una fe y confianza verdaderas en el Señor nos llevarán a una vida de obediencia a su Palabra. Actuaremos según los principios de la sabiduría divina y no según los de la sabiduría humana. Seremos hechos capaces de discernir las necesidades de aquellos que nos rodean y proveeremos de corazón al respecto: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:10). Ayudar a los demás y animarlos constituye un buen remedio contra el desaliento y el abatimiento.
3) “Deléitate asimismo en Jehová.” (v. 4)
Nuestros corazones necesitan un objeto. Aprendamos a encontrar nuestro gozo y nuestras delicias en el Señor Jesús. Y con esa meta procuremos conocerle mejor. Leyendo y meditando la Palabra de Dios, descubriremos Sus glorias y bellezas; y además de estar ocupados en ella, alimentaremos nuestras almas.
4) “Encomienda a Jehová tu camino.” (v. 5)
Cuando nos regocijamos en el Señor, nos resulta más fácil apoyarnos en Él para ser instruidos y dirigidos en todas las circunstancias de nuestra vida. Ya que sabemos que cuida de nosotros, podemos dejar todo en sus manos. No sabemos lo que nos deparará el día de mañana, pero sí sabemos que el Señor tiene nuestro mañana en sus manos. El profeta dice: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3).
5) “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.” (v. 7)
Tal vez, de las cinco, ésta sea la exhortación más difícil de poner en práctica. En general, no nos gusta esperar. Pero Dios jamás actúa ni demasiado rápido ni demasiado tarde. Interviene siempre en el momento más oportuno.
Esperemos tranquilamente en su presencia, y dejémoslo cumplir en paz su voluntad. Esto requiere de nuestra parte que sepamos apartar un tiempo para estar a solas con el Señor, dejando realmente de lado nuestros problemas cotidianos, nuestras penas y preocupaciones.