Ponga usted mucho cuidado para no decir o afirmar algo que supere su experiencia: no hay nada más importante para nuestra propia alma. No permita tampoco que la obra le lleve a ocuparse de otros de tal modo que se descuide de sí mismo. Es ante Dios cómo se conserva la paz, en el gozo de la verdadera seguridad de su favor. “Ten cuidado de ti mismo”, dice el apóstol, “y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Timoteo 4:16). Si obra así, servirá de lección para los hermanos, y será una lección mucho más real y verdadera que muchas predicaciones. Ante todo, guarde usted su alma delante de Dios.