La fe es la convicción íntima del alma referente a los pensamientos de Dios.
Uno cree la Palabra de Dios, la cual los revela; uno la recibe sin hesitación, con toda sencillez y humildad, pues tiene el sello de la autoridad del Dios soberano.
La fe es presentada bajo distintas acepciones:
- La fe es el medio de la salvación eterna del hombre. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”. “Por gracia sois salvos por medio de la fe… no por obras” (Hechos 16:31; Efesios 2:8-9).
- La fe es la confianza tranquila en Dios en las variadas circunstancias de la vida cotidiana. “Tened fe en Dios” dijo Jesús a sus discípulos, los cuales le pidieron un día: “Auméntanos la fe” (Marcos 11:22; Lucas 17:5).
- La fe es el conjunto de la doctrina cristiana, a la cual nuestra fe se apega y que tenemos que mantener en su integridad: “Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3).
- La fe es un don del Espíritu que se ejerce en el seno del Cuerpo de Cristo. Es una medida particular de fe práctica que da, a quien la ha recibido, la capacidad de actuar, contra viento y marea, para el bien de la Iglesia. “Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia… a otro, fe por el mismo Espíritu” (1 Corintios 12:8-9).
- La fe es, por último, la energía de la actividad de los testigos de Dios en el mundo. Son animados y alentados por la fe, la cual es “la certeza de lo que se espera” y la demostración a nuestra alma “de lo que no se ve” (Hebreos 11: l). «La convicción interior de estas cosas es tal que ellas llegan a ser, para los que creen, potentes realidades» (H. R.).