La salvación

Éxodo 14:13-14

Estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros…
Jehová peleará por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.”

(Éxodo 14:13-14)

Después de haber celebrado la Pascua, los hijos de Israel llegaron al mar Rojo y conocieron allí la más angustiosa prueba. La sangre del cordero había sido puesta sobre sus puertas y habían dejado a Egipto. Pero entonces, estaban en una situación tal que no tenían delante de sí sino la muerte. Sin embargo, lo que para ellos parecía ser «las aguas de la muerte», era precisamente algo de lo cual Dios quería hacer el camino de la vida. Las aguas se elevaron a cada lado como muros, quedando así protegidos cuando pudieron pasar. Y sobre todo, era evidente que Dios estaba a su favor.

Durante la noche de la Pascua, Dios no permitió que el destructor los tocara. Pero la sangre del cordero no indicaba que Dios estaba con ellos; era simplemente una protección para que Dios no estuviera contra ellos. ¿Cómo podía un alma estar en paz con Dios en tales circunstancias? Tener solamente lo que me protege del juicio de Dios, jamás me dará la verdadera tranquilidad delante de Él. Lo que sucedió a continuación puso a prueba la condición de Israel: su angustia fue peor que todo lo que había conocido antes. Con frecuencia sucede lo mismo con el cristiano. Después de ser llevado a Cristo, atraviesa a menudo aguas aún más profundas. Después de haber puesto nuestros ojos en Él, somos llevados a tener un sentimiento del pecado mucho más agudo del que teníamos cuando estábamos huyendo y buscando refugio en Él.

Pero, para los israelitas, había un camino de vida a través de la muerte. Dios estaba a su favor, y estaba en contra de los egipcios. Por eso cuando estuvieron del otro lado, el mar Rojo se volvió sobre sus enemigos y entonces ellos estuvieron realmente a salvo. Es notable que sólo en esta ocasión —cuando pasaron a través del mar y no durante la noche de la Pascua—, Dios utiliza la palabra “salvación” (Éxodo 14:13; 15:2). La salvación es mucho más que el hecho de ser librado del juicio. Implica la liberación completa de nuestros enemigos y de la esclavitud; nos pone en la libertad y en la pureza delante de Dios, para ser manifestados ante el mundo como Su pueblo.