Introducción a la epístola de Judas

Judas

El contenido de la epístola

Esta epístola ha sido considerada con razón como una especie de introducción al Apocalipsis, porque ella revela los caracteres del cristianismo y los desórdenes morales y religiosos que tendrán lugar en la tierra antes del juicio definitivo del que se nos habla en ese libro.

Judas no describe la depravación del mundo en general; habla de personas que profesan el cristianismo. Su tema no es tampoco los desórdenes o el mal que se manifiestan en una iglesia local; no trata sobre el orden en la Iglesia de Dios. Tiene otra tarea. Conducido por el Espíritu Santo, describe el alejamiento y la decadencia dentro de la profesión cristiana. Desde el comienzo de la historia del cristianismo, era evidente que el hombre no iba a guardar la verdad que Dios le había confiado. Pablo, como también Pedro y Juan, anuncian la infidelidad que habría de caracterizar a los cristianos y ponen en guardia contra la ruina inminente. Judas habla claramente de este alejamiento, y muestra en qué dirección se desarrollará, hasta que termine en la apostasía.

La epístola no habla de la apostasía misma, sino que nos muestra a la cristiandad en camino de abandonar por completo todo lo que es de Dios. En la segunda epístola a los Tesalonicenses, Pablo describe la apostasía final del cristianismo y nos enseña que ésta será plena realidad sólo en el momento en que los verdaderos cristianos hayan sido llevados al cielo. Pero “ya está en acción el misterio de la iniquidad”, y esto en el interior de la profesión cristiana (2 Tesalonicenses 2:3-4, 7). Judas nos habla de esto.

Pese a haber tenido ante sus ojos las primeras desviaciones de la verdad, su mensaje es esencialmente profético. A partir de los primeros alejamientos, que eran ya visibles, esboza los grandes lineamientos de la evolución que iba a sucederse, hasta el momento en que el Señor Jesús venga en juicio y ponga fin a la profesión cristiana en la tierra. Es el sombrío cuadro de una degradación constante en el interior de la cristiandad. Esta degradación comenzó con la entrada de “lobos rapaces” en el rebaño (Hechos 20:29), y continuará hasta la aparición del Señor en juicio.

Judas no embellece nada. En términos claros desenmascara a los hombres que se introdujeron entre los fieles. Para esto utiliza ejemplos sacados de la naturaleza, como también del Antiguo Testamento. Describe los rasgos de carácter de los hombres impíos que hacen su trabajo pernicioso entre los verdaderos cristianos, y habla varias veces del juicio que les espera. Es lo que hace tan solemne esta epístola.

Judas dirige su epístola a creyentes, a los “llamados” por Dios, pero en ella habla de hombres que pretenden ser cristianos sin realmente serlo. Tienen sólo una profesión de cristianismo, pero no la vida divina. No se trata aquí de creyentes que se han alejado, sino de engañadores y traidores que no han pasado nunca por el nuevo nacimiento.

Estructura de la epístola

La epístola puede dividirse en cuatro partes:

  1. Después de algunas palabras introductorias y de un deseo de bendición, tenemos una exhortación a combatir “por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (v. 1-3). La corta introducción hace un llamamiento a nuestra responsabilidad, y nos dice cuáles son los recursos que tenemos a nuestra disposición.
  2. En la parte principal (v. 4-19), Judas describe los rasgos de carácter de los hombres malvados que se han introducido entre los cristianos e indica cuál será su juicio.
  3. En los versículos 20 a 23, Judas se dirige otra vez directamente a los destinatarios de la epístola y les muestra cómo deben comportarse. Habla a sus corazones y a sus conciencias; por un lado, para que se refugien en los recursos que están a su disposición y, por otro, para que se comporten de la manera correcta hacia aquellos que han sido seducidos.
  4. La epístola termina en los versículos 24 y 25 con una alabanza de carácter muy particular, que dirige nuestras miradas hacia Aquel que es el único capaz de guardarnos en un tiempo difícil y de presentarnos sin mancha delante de su gloria.

Los destinatarios de la epístola

Los destinatarios iniciales de esta epístola no son conocidos, pero seguramente Judas —como Pedro— escribe a judíos creyentes. No sin razón no están mencionados, ya que, de esta manera, nadie puede suponer que el contenido de la epístola no le concierne.

La epístola se dirige a los “llamados”. Todos los creyentes están comprendidos, pues, por la gracia de Dios, todos nosotros tenemos este privilegio. Al mismo tiempo, la designación “llamados” da a la epístola una nota personal. En efecto, en el Nuevo Testamento, el llamamiento se presenta siempre como una bendición personal, y no como una bendición colectiva. De esta manera, excepto la primera epístola de Juan, ninguna epístola es a la vez tan general, porque se dirige a todos los creyentes, y tan personal, puesto que concierne directamente a cada uno de ellos. Nadie puede entonces desligarse de su responsabilidad frente a lo que se desarrolla en la profesión cristiana. Esta epístola es necesaria para estimular nuestra vigilancia.

La manera en que la epístola se dirige a nosotros, nos recuerda las palabras “pero tú”, por medio de las cuales el apóstol Pablo interpela personalmente varias veces a Timoteo, su compañero de obra (1 Timoteo 6:11; 2 Timoteo 3:10, 14; 4:5). Particularmente en la segunda epístola, esta interpelación personal está en relación con el mensaje serio del apóstol. En el mismo orden de ideas, podemos pensar en los mensajes contenidos en las cartas dirigidas a las siete iglesias de Apocalipsis 2 y 3. Allí también, iglesias enteras, o los hermanos particularmente responsables de esas iglesias, son interpelados primero colectivamente. Y al final de cada carta se encuentra el mensaje muy personal: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. La palabra se dirige a las iglesias, pero cada uno es personalmente llamado a escuchar.

El autor de la epístola

Judas se intitula “hermano de Jacobo”. Modestamente se sitúa en relación con un siervo más conocido que él. Se trata seguramente de “Jacobo, el hermano del Señor”, que ocupaba un lugar particular en la iglesia de Jerusalén (Gálatas 1:19; Hechos 12:17; 15:13; 21:18). Si es así, es notable que Judas no mencione su parentesco con el Señor, sino que se denomina “siervo de Jesucristo”. La relación terrenal que había tenido con él no cuenta más.

El Nuevo Testamento nos da pocos detalles sobre Judas, hermano del Señor (véase Mateo 13:55). Sabemos que no creía en él en la época del ministerio público de Jesús (Juan 7:5). No se nos dice cuándo llegó a la fe, pero en Hechos 1:14 vemos que los hermanos del Señor estaban con los discípulos en el aposento alto. La epístola que escribió da algunas indicaciones sobre su carácter. Visiblemente era un hombre resuelto y celoso, que servía fielmente a su Señor y deseaba el bien de los creyentes, un hombre de corazón, dispuesto a alentar a sus hermanos en la fe.

El objetivo de la epístola y su aplicación a nosotros

¿Cuál es el propósito de Dios al darnos tal epístola? Sin duda, no es simplemente para describir la decadencia de la profesión cristiana. Como todos los demás libros de la Escritura, la epístola de Judas ha sido inspirada por Dios y es “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16). Su finalidad parece poder describirse en siete puntos:

  1. Para que no nos sorprendamos por los cambios que se producirían en la cristiandad. Hemos visto que el contenido de la epístola es principalmente profético. Describe una evolución que, para Judas, era todavía futura, pero que, para nosotros, es ya una realidad. ¿Debemos estar sorprendidos por el estado de cosas en el interior del testimonio cristiano? No. Dios nos advirtió de antemano de lo que iba a pasar y de lo que tiene que venir todavía. Ya en el Antiguo Testamento, Dios hacía decir a su pueblo que él es Aquel que declara “lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho” (Isaías 46:10).
  2. Para que estemos atentos. La evolución descrita en la epístola de Judas debería ser para nosotros una razón particular de vigilancia. Vivimos en la noche del rechazo de nuestro Señor, en un tiempo en el cual sus derechos no son reconocidos. Entonces, es más que necesario estar despiertos espiritualmente. Pablo escribe a los tesalonicenses: “Todos vosotros sois... hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios” (1 Tesalonicenses 5:5-6).
  3. Para que nos comprometamos por la fe cristiana. En el versículo 3, somos exhortados a “contender por la fe”. La verdad cristiana es cada vez más atacada públicamente. Las normas bíblicas son progresivamente puestas en duda. En tal situación, es necesario tomar una posición clara en favor de la verdad, y defenderla. Dios no quiere que seamos cristianos pasivos, que se adaptan al espíritu de la época, sino que nos comprometamos por él y que combatamos por la verdad.
  4. Para que andemos en santa y piadosa manera de vivir (compárese con 2 Pedro 3:11). El peligro está en que, frente a la corriente del mal que caracteriza a los hombres impíos que nos rodean, descuidemos nuestro comportamiento. Ahora bien, debería ser todo lo contrario. Dios quiere que vivamos en santidad y piedad, que nuestro camino sea para su gloria y que encontremos en él todo lo que satisface nuestro corazón.
  5. Para que no seamos arrastrados por el error de los perversos (compárese con 2 Pedro 3:17). El peligro no consiste solamente en que no estemos bien atentos en cuanto a nuestro andar, sino en que incluso nos contaminemos por la manera de actuar de los hombres impíos que nos rodean. Podríamos entonces “caer de nuestra firmeza”, es decir, perder el fundamento que está bajo nuestros pies. Pero Dios desea otra cosa mejor para nosotros. La epístola de Judas nos ha sido dada también para esto.
  6. Para que conozcamos los recursos divinos para los días difíciles. La epístola de Judas está llena de esos recursos en su introducción y en su conclusión. Dios no nos deja solos, nos da su socorro. Tenemos recursos que necesitamos tomar, y que son enteramente exteriores a nosotros. A pesar de lo inquietante del desarrollo de las cosas que nos rodean, podemos proseguir nuestro camino sin perjuicios.
  7. Para que descansemos en Aquel que es el único capaz de guardarnos. Las circunstancias descritas en la epístola de Judas deberían contribuir a acercarnos a nuestro Dios. No nos mantengamos ocupados en el mal o en nuestra responsabilidad. Levantemos los ojos hacia Aquel que tiene el poder de “guardarnos sin caída, y presentarnos sin mancha delante de su gloria” (v. 24).