“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios.”
(1 Juan 3:1)
Si un padre se alejó del amor de su Dios y Padre, abandonando la comunión con Él y afligiendo al Espíritu por su inconstancia, ¿cómo puede ser un padre fiel? ¿Puede difundir en su familia la luz y el calor del amor divino, si él mismo no lo recibe del Padre que es luz y amor?
Las inconsecuencias de un padre cristiano que no anda en rectitud con su Padre celestial se perciben de la manera la más nociva por los miembros de su familia. Dios lo puso como padre en su familia, y lo invistió de autoridad. Pero si él mismo no es sumiso a su Padre divino, la familia no tardará en sentirlo; el ejercicio de su autoridad sobre los suyos tendrá poco efecto. ¿Podrá el Padre celestial sostener a tal padre en su lugar de autoridad mientras resista a la autoridad suprema y divina?
En realidad ¡son pensamientos serios que los padres tienen que considerar! La autoridad debe ejercerse en la sumisión a Dios quien se la confió.
Que nuestro Dios quiera, en su bondad, conceder a los padres cristianos vivir día tras día más en comunión con el Señor, ser más sumisos a Dios como Padre. Que en el ámbito de la familia, puedan reflejar mejor su bendito carácter de Padre; que tengan la sabiduría espiritual, el peso y la gravedad necesarios para mantener su autoridad paternal para Su gloria.