Bolsa, alforja y espada antes y después de la cruz

Lucas 22:35-38

Poco antes de ir al huerto de Getsemaní, el Señor Jesús tuvo una conversación particular con sus discípulos que es solamente relatada en el evangelio de Lucas. Les habló de cuando los había enviado “sin bolsa, sin alforja, y sin calzado” (Lucas 9:1-6), pero a partir de ese momento les ordena tener bolsa, alforja y hasta una espada. ¿Cómo se puede explicar este pasaje y qué quiere decirnos?

Cuando los envió por primera vez, el Señor Jesús había dado a sus doce discípulos “poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades” (9:1). Los había enviado “a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos” (v. 2). En este contexto les había ordenado no tomar con ellos ni alforja ni dinero. Cuando envió a los setenta, les mandó algo semejante (10:4). En ese momento, los discípulos no tenían que tomar ninguna precaución para su subsistencia. Jesús, como Mesías, estaba en la tierra de Israel para proveer a sus necesidades materiales; podían andar en la obediencia y en la confianza en su palabra, sin ningún recurso humano. En efecto, durante su servicio en ese tiempo, nunca les faltó nada. Es lo que dicen expresamente respondiendo a la pregunta del Señor (22:35).

En la conversación que tiene con ellos, justo antes de su crucifixión, el Señor Jesús comunica a sus discípulos el gran cambio que habrá. Se los hace comprender empleando la expresión: “Pues ahora...” (v. 36). A primera vista, de ahora en adelante, los discípulos debían proveer a sus propias necesidades. El Señor Jesús tenía delante de Él los sufrimientos y la muerte, y no iba a ocuparse de ellos de la misma manera que lo había hecho cuando estaba con ellos.

Las palabras “alforja” y “bolsa” están empleadas aquí por lo que usualmente contenían, es decir, el alimento y los medios necesarios para la subsistencia. Cuando el Señor habla de una “espada” que comprar, deja entender que en el futuro tendrán combates y deberán estar preparados para estos. Es evidente que no se trata de un arma en el sentido literal. Sin embargo la posesión de esta “espada” es de tal importancia, que el Señor recomienda a sus discípulos adquirirla, que si era preciso vender algo necesario, como “su capa”, que lo hagan. Los discípulos se equivocaron completamente sobre el sentido de las palabras del Señor, ya que le dicen: “Señor, aquí hay dos espadas” (v. 38). Por esta forma figurada de hablar: bolsa, alforja, espada, el Señor quería hacerles saber que en el futuro ya no podrían esperar en su subsistencia como lo habían hecho cuando Él estaba con ellos. Cuando los había enviado antes, no tuvieron necesidad de protegerse ellos mismos de ningún enemigo, porque los poderes sobrenaturales estaban en actividad a su favor.

La Escritura jamás nos menciona que los discípulos en su primera misión en las ciudades de Israel hayan sido azotados o apresados, como a menudo en el tiempo de los apóstoles y más tarde. “Pues ahora”, como dice el Señor, todo iba a cambiar; “ahora” iban a necesitar de los recursos naturales que Dios les daría, según la medida de su fe personal, para su subsistencia y sus necesidades. Por supuesto que no se trata de un medio natural como una “espada” en sentido literal, porque es un arma de la carne.

En el versículo 37, el Señor Jesús da la razón del porqué de esas instrucciones, anunciándoles lo que le sucederá personalmente. Sería “contado con los inicuos”, como el profeta Isaías lo había predicho (53:12). Era la razón fundamental del cambio. En una tierra que iba a llevar la cruz del Hijo de Dios, los discípulos no podían esperar algo bueno. El Señor les hace ver aquí que su muerte (que sería seguida por su elevación al cielo) introduciría un profundo cambio y un nuevo orden de cosas. También, su camino como hombre en la tierra tomaría fin.

El último versículo de este pasaje (v. 38) muestra que los discípulos, como ya lo hemos hecho ver, no comprendieron lo que el Señor quería decirles cuando los exhortaba a comprar una espada. La palabra “basta” hace resaltar la tristeza que Él sentía al constatar cuan poco los discípulos habían comprendido su pensamiento. Era inútil continuar hablando de esto con ellos.

La cruz con todas sus consecuencias significaba también un gran cambio para la vida y el servicio de los discípulos y apóstoles. Para nosotros, discípulos de hoy, los que seguimos a un Señor celestial, no existe tal cambio. Lo que antiguamente era nuevo para los apóstoles no es nada extraordinario para un siervo del Señor del tiempo del cristianismo. En la confianza cotidiana de los cuidados divinos, sabe que su Señor en el cielo pondrá en la “bolsa” y en la “alforja” todo lo que es necesario para sus necesidades terrenales. Jamás le faltará algo. Esto es una realidad tanto para los siervos conocidos solamente por el Señor, como para los que se conocen públicamente.

Tal vez por “bolsa” y “alforja” no hay que pensar solo en cosas materiales, aunque aparentemente se trate en primer lugar de esto aquí. Podemos también tomar estos elementos en sentido figurado: los bienes y riquezas espirituales, como el alimento espiritual disponible para servir al Señor. Estos recursos son necesarios no solamente para sí mismo, sino también para sus hermanos y hermanas. Prácticamente, esto significa que todo servicio a favor de otras personas supone que el siervo goza primeramente en su corazón de las bendiciones espirituales. Luego podrá comunicarlas a otros. Dicho de otra manera, esto significa que el siervo deja al Señor llenar su “bolsa” y su “alforja” con bienes espirituales. Lo poco que posee, en su gracia, el Señor lo multiplicará a favor de otros.

Lo que el Señor dijo en relación con la compra de una espada y con lo que le sucedería personalmente nos recuerda que vivimos en un mundo enemigo de Cristo. Si seguimos las pisadas del Señor Jesús, debemos contar con persecuciones. “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Juan 15:20). Pero “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” (Efesios 6:17), es el arma indispensable del cristiano. Ella debe ser empleada en todos los conflictos espirituales. Es un gran privilegio para nosotros tener entre las manos la Palabra de Dios en su forma escrita. Pero cuando el Señor Jesús habla, en imagen, de vender la capa y comprar una espada, esto puede significar apropiarnos interiormente esta Palabra, al precio de cualquier sacrificio, estimarla como un tesoro cuyo valor es mucho más alto que el de ninguna otra cosa. La Palabra de Dios es “mejor... que millares de oro y plata” y hace ser “más sabio que mis enemigos” en el combate (Salmo 119:72, 98).

La actitud de los discípulos, cuando el Señor Jesús los invita a comprar una espada, nos da una lección humillante. Aunque poseamos el Espíritu de Dios, nos sucede a menudo que no comprendemos lo que el Señor quiere decirnos y reaccionamos como ellos. ¡Cuán a menudo Sus pensamientos pasaron al lado de nosotros sin que hayamos manifestado la inteligencia espiritual necesaria! (véase Colosenses 1:9). Siempre necesitamos pedir al Señor abrir nuestros corazones para que comprendamos las Escrituras (véase Lucas 24:45).