“Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho,
y lo que habían enseñado. Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto,
y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían,
de manera que ni aun tenían tiempo para comer.”
(Marcos 6:30-31)
Es de mucho provecho para un siervo del Señor ir a Jesús con todo lo que ha hecho o enseñado. Es bueno examinarse a sí mismo y tal vez también poder expresar sus pensamientos a los demás; pero ¿ante quién podemos hacerlo sin vacilar sino ante el Señor Jesús? Si salimos para el servicio, debemos también volver y decirle a Jesús todo lo que hemos hecho o dicho. Puede haber ciertas ocasiones en que es apropiado hacer conocer a otros la obra maravillosa de Dios, a fin de animarlos, pero hablar de esto con el Señor es siempre oportuno. En su presencia no existe ningún peligro de envanecernos y de mantener más alto concepto de sí que el que debemos tener (véase Romanos 12:3). Allí aprendemos nuestra pequeñez y la torpeza con que comunicamos a otros el mensaje divino.
Nuestro Señor muestra su interés y comprensión en esto cuando dice a los discípulos: “Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco”. ¡Qué bendición sería para nosotros si sintiéramos más la necesidad de tal descanso! Si trabajáramos sin cesar, si nuestros esfuerzos por ser de bendición a los demás fuesen desinteresados y perseverantes, de seguro que oiríamos también esta palabra del Señor. A veces necesitamos ser sacudidos para sentir lo que las almas demandan de nosotros; lo que debemos, no solo a los creyentes, para traerles una bendición, sino a toda criatura, pues somos deudores a todos. Con un Cristo como el que tenemos, deberíamos sentir que tenemos abundantes riquezas para todo: riquezas de la gracia que hay en Él, no solo para los creyentes, sino también para los más miserables pecadores.
Los doce discípulos cumplieron su misión de tal manera que el Señor pudo decirles que vengan aparte a un lugar desierto y descansen un poco. Era más que un descanso para el cuerpo. ¡Oh, qué descanso encontramos cerca de Él! A veces es bueno estar aparte, pero no solos: aparte de los hombres, para estar cerca de Aquel que es el único que puede darnos nuevas fuerzas y, al mismo tiempo, la humildad apropiada para cumplir mejor el servicio que Él nos confió, cualquiera que sea.