Toda la erudición humana en las cosas de Dios no es sino pobres harapos cuando se procura hacer de ella algo más que un simple siervo de la fe. Para estar en condiciones de sacar pleno provecho de la Palabra de Dios, es necesario que los cristianos aprendan a poner todos sus conocimientos bajo sus pies. De lo contrario, ya sea que sepa poco o mucho, el hombre se vuelve esclavo de su sabiduría, la cual llega a usurpar el lugar del Espíritu de Dios.