Nuestra vida de oración

Efesios 6:18

Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu,
y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.”

(Efesios 6:18)

Desde el versículo 10 de este capítulo, se trata de “toda la armadura de Dios”, la cual el creyente necesita para poder estar firme contra las asechanzas del diablo. Pablo usa la imagen de una armadura romana tal como la llevaban los soldados en esa época. Menciona la oración como punto culminante y va más allá que la imagen.

En el versículo 18, el apóstol utiliza cuatro veces la palabra “todo” o sus equivalentes, mostrándonos cuatro enseñanzas precisas para nuestra vida de oración. Tienen que ver con el tiempo de la oración, las clases de oraciones, la perseverancia en la oración y los motivos de oración.

El tiempo de la oración

Orando en todo tiempo”

Aquí se nos exhorta a orar en todo tiempo, es decir no solamente en los momentos habituales, de mañana o de tarde, o cuando estamos en grandes dificultades, ni aun ante decisiones importantes. La oración debería caracterizar toda nuestra vida cotidiana.

El apóstol Pablo hacía realidad esto en su propia vida de fe. Por ejemplo, en su segunda epístola a los Tesalonicenses, indica que él mismo y sus colaboradores daban gracias y oraban siempre por esos creyentes (1:3, 11) y en la primera epístola dice: “orando de noche y de día con gran insistencia” (3:10).

Clases de oraciones

Con toda oración y súplica en el Espíritu”

Podemos dedicarnos a diferentes clases de oraciones, según las circunstancias y según lo que el Espíritu nos dicta en el corazón. No solamente pedimos cosas precisas para nosotros mismos y para los demás según las necesidades que conocemos, sino que también suplicamos, intercedemos, combatimos, loamos y alabamos a Dios y confesamos nuestras faltas.

El apóstol Pablo sabía dar gracias a Dios (Romanos 1:8), lo bendecía (2 Corintios 1:3), le daba gloria (Efesios 3:21), intercedía por creyentes individualmente (2 Timoteo 1:3) o colectivamente (Colosenses 1:9-11).

La perseverancia en la oración

Velando en ello con toda perseverancia y súplica”

No descuidemos la oración, sino perseveremos y mostremos en ella “toda perseverancia”. El Señor animaba a sus discípulos a “orar siempre, y no desmayar” (Lucas 18:1).

El apóstol Pablo nos da un ejemplo notable. Habiendo oído de la fe y del amor de los efesios,
no cesaba de dar gracias por ellos y de hacer memoria de ellos en sus oraciones (Efesios 1:15-16). Era lo mismo para con los creyentes de Colosas, de los cuales había oído por Epafras. No cesaba de orar por ellos, y de pedir que sean llenos del conocimiento de la voluntad de Dios en toda sabiduría e inteligencia espiritual (Colosenses 1:9).

Los motivos de oración

Por todos los santos”

Presentamos a Dios las necesidades precisas que conocemos y que Él pone en nuestros corazones. Sin embargo, el apóstol nos invita a orar por todos los creyentes y no solamente por nuestros parientes, amigos y aquellos que conocemos. No hay que excluir a ningún creyente de nuestro horizonte; debe haber un lugar para cada uno de ellos en nuestro corazón.

El apóstol agrega “y por mí”.

Los obreros del Señor sienten la necesidad de las oraciones de los creyentes a su favor, para sostenerlos en sus servicios y en sus circunstancias a menudo agobiadoras.

Mirando las epístolas de Pablo, vemos que el apóstol ponía en práctica lo que nos exhorta aquí. Su vida de oración abundaba. Oraba intensamente por los creyentes de Roma, de Éfeso, de Corinto, de Colosas y de muchos otros lugares. Cada día, su gran preocupación era por todas las iglesias (2 Corintios 11:28), y de esta solicitud resultaban numerosas oraciones.