Hay muchas más enseñanzas que extraer de las Escrituras, de lo que podría parecer, a simple vista, con una lectura superficial. Lo que Dios dice, está revestido, de por sí, de un carácter infinito. No hemos agotado su Palabra por haber sacado un poco de aquí o de allá: ella es el pozo mismo, la fuente de la cual siempre brota la verdad. Cuanto más crecemos en el conocimiento de la verdad, tanto menos nos contentamos con lo que hemos alcanzado; y tanto más sentimos también cuánto tenemos que aprender todavía. Y esto no es para nada en nosotros una miserable presunción de palabras de humildad, sino el resultado del sentimiento real y profundo de nuestra completa insuficiencia en presencia de la grandeza y de la bondad de nuestro Dios que tomó a pobres gusanos como nosotros para colocarnos en Su propia gloria. Tales son, en efecto, los maravillosos caminos de su gracia.