La fe en el Señor Jesús
Jairo, el principal de la sinagoga, sintió que el mundo se derrumbaba. Se acababa de enterar bruscamente que su única hija, de 12 años, murió.
Sin embargo, había buscado socorro cerca de Jesús a tiempo, al contrario de lo que muchos de sus contemporáneos hacían. Si había alguien que todavía podía ayudarlo en una situación extrema, era justamente el Nazareno que los jefes del pueblo despreciaban. Se había postrado a sus pies rogándole: “Ven... para que sea salva, y vivirá” (v. 23). Grandemente aliviado, vio al Señor que consintió acompañarlo enseguida a la casa, e iban de camino. Su fe en Jesús y su convicción de que lo ayudaría estaban confirmadas. Las cosas parecían estar por buen camino.
Una fe probada
Y ahora, este hombre está ante la dura y despiadada realidad: ¡demasiado tarde! Le vienen a decir: “Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?” (v. 35). Todo parece perdido. ¿Eran en vano su fe y su apuro en búsqueda de socorro junto al “Maestro”? Podríamos pensarlo. Sí, Jesús ya había curado muchos enfermos y lisiados, y Jairo viene de presenciar tal acontecimiento, pero ahora que la muerte intervino la situación parece desesperada.
Una fe fortificada
El Señor oye lo que se le dice a Jairo y reacciona inmediatamente. “Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente” (v. 36). Precisamente en el momento en que está a punto de abandonar toda esperanza, oye esas alentadoras palabras: ¡“Cree solamente”! Es como si el Señor Jesús le dijera: «Jairo, aunque todo parezca desmoronarse, no hagas otra cosa que creer; mantente firme en la fe; no te dejes desalentar; ¡que tu fe no decaiga! Yo quiero y puedo socorrerte en esta situación aparentemente sin esperanza. Sigue poniendo tu confianza en mí. Has probado tu fe al venir a mí. ¡No abandones tu fe y tu confianza, a pesar de las circunstancias!»
¿No somos a menudo como Jairo? Hemos presentado nuestras dificultades al Señor Jesús, pero su respuesta se hace esperar y ejercita nuestra paciencia. Pero en esas circunstancias quiere alentarnos. Sus palabras se dirigen también a nosotros: “Cree solamente”, ten la plena seguridad de que tengo el poder de ayudarte. Tal vez tenemos preocupaciones de salud, dificultades familiares o motivos inquietantes en relación con nuestro lugar de trabajo. Tal vez estamos atormentados por una situación que parece sin salida. El Señor Jesús nos dice aún hoy: “Cree solamente”.
Sin embargo, hay una diferencia entre la situación de Jairo y la nuestra. Aquel en quien ponemos nuestra confianza nos dio la prueba más grande de su amor: dejó su vida por nosotros en la cruz. Además, podemos ver en numerosos pasajes de la Biblia cómo Dios ayudó a aquellos que se encontraban en una situación desesperada. Así tenemos aún más razones para confiar en nuestro Señor y permanecer firmes en la fe, cualesquiera sean las circunstancias.
Y no olvidemos que el hecho de permanecer firme en la fe honra Aquel en quien ponemos toda nuestra confianza.
Otra fe para imitar, la de Abraham
Cuando, para el patriarca, se había perdido toda esperanza de tener una descendencia según los recursos naturales,
- creyó en esperanza contra esperanza,
- no se debilitó su fe,
- no consideró su incapacidad, su cuerpo envejecido,
- no dudó de la promesa de Dios,
- fue fortalecido en fe,
- dio gloria a Dios,
- estuvo plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido (véase Romanos 4:18-21).
¡Que el Señor Jesús nos aliente por su Palabra a poner toda nuestra confianza en Él, para su gloria y para nuestro bien!