Edificar es construir. La edificación es una actividad constructiva. En los diversos pasajes que tratan sobre el tema, se nos presenta bajo dos puntos de vista distintos: el de la gracia de Dios y el de la responsabilidad del creyente.
- La Iglesia o Asamblea es edificada por el Señor Jesús quien dijo: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia” (Mateo 16:18). Un poco más tarde los apóstoles escribieron: “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo… en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2:20, 22) y “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual” (1 Pedro 2:5). Esta edificación es el trabajo de la sola gracia de Dios.
- En cambio, en otros pasajes, somos exhortados a edificar o a edificarnos. El fundamento de la Casa de Dios es Jesucristo, el único fundamento sobre el cual el creyente es llamado a edificar: “Pero cada uno mire cómo sobreedifica” (1 Corintios 3:10). Además, se nos requiere que persigamos las cosas que tienden a la edificación mutua. “Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14:19) y “cada uno de nosotros agrade a su prójimo… para edificación” (Romanos 15:2). También está escrito: “Edificándoos sobre vuestra santísima fe” (Judas 20). En esto consiste la meta del ejercicio de los dones en la Iglesia: “Hágase todo para edificación” en vista del “crecimiento para ir edificándose en amor” (1 Corintios 14:26; Efesios 4:16). El apóstol Pablo tenía la convicción de que la autoridad y el poder que el Señor le había dado eran “para edificación, y no para destrucción” (2 Corintios 13:10).
Siempre tenemos que recordar que la capacidad de edificar no está en nosotros; viene de Dios, de su Espíritu por la consolación del cual las iglesias del comienzo eran edificadas, de la Palabra de su gracia que tiene el poder para edificar (Hechos 9:31; 20:32).