“Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.”
(Juan 3:30)
Lo sabemos ¿no es cierto?: es Juan el Bautista quien dijo esto. Cuando Zacarías, su padre, profetizó acerca de él, había dicho: “Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la presencia del Señor, para preparar sus caminos” (Lucas 1:76). Juan dio su testimonio... y su carrera terminó, pero las consecuencias de la llegada del Señor a la tierra llevarán frutos eternos. Queridos amigos, también nosotros debemos menguar; es necesario que el «yo» sea juzgado; cuanto más realicemos que estamos muertos, tanto más manifestaremos la vida de Cristo; disminuiremos de importancia a nuestros ojos y el Señor tendrá más lugar en nuestros corazones. ¡Felices de nosotros cuando disminuimos así para dejarle todo el lugar al Señor! Así llegamos a un grado espiritual más elevado, nos olvidamos de nosotros mismos y no vemos más que a Cristo.
Si queremos conocer cómo Dios bendice, es necesario que nuestro «yo» sea quebrantado, que realicemos la crucifixión práctica del «yo». ¡Ojalá el Señor nos conceda la gracia de disminuir cada día más a fin de que él aumente en nosotros!