Las palabras justificación y reconciliación tienen un sentido más restringido que la palabra salvación. No se refieren al futuro. Se trata de realidades estrictamente presentes para el creyente. “Estando ya justificados en su sangre” (v.9). “Hemos recibido ahora la reconciliación” (v.11). Nunca seremos más justificados de lo que lo somos hoy, ni más reconciliados de lo que ya somos ahora, aunque tal vez podríamos gozar mejor de la reconciliación ya obtenida. Al contrario, seremos más completamente salvos de lo que lo somos hoy, cuando seamos revestidos del mismo cuerpo glorioso que Cristo, en el futuro.
Al creer en el Evangelio, recibimos la reconciliación hoy, y, por consiguiente, somos capaces de encontrar nuestro gozo en Dios. Antes temíamos a Dios y huíamos de su presencia, como Adán cuando se escondió entre los árboles del huerto. Ahora nos gloriamos en Él. Y todo esto es el resultado de lo que Dios mismo hizo por medio de nuestro Señor Jesucristo. ¡Qué triunfo de la gracia!