“Cobrad ánimo... y trabajad; porque yo estoy con vosotros.”
(Hageo 2:4)
La Palabra de Dios nos da esta orden; nosotros debemos obedecerla. Cuando Dios habla y respondemos, nuestra vida está comprometida. Ya no tenemos derecho a actuar según nuestra propia voluntad, sino que todo pensamiento debe estar llevado cautivo a la obediencia a Cristo (2 Corintios 10:5). ¿Desean ustedes poseer el secreto de la bendición y de llevar mucho fruto (Juan 15:5)? Lo tendrán en la medida que acepten la disciplina de su Padre celestial.
¡Que estas palabras: “Cobrad ánimo... y trabajad”, rijan nuestras vidas e inspiren todas nuestras acciones! Veremos entonces escapar nuestra alma del espíritu del presente siglo y ser controlada por el sacerdocio de nuestro Sumo Sacerdote. Y si toda nuestra vida le es sumisa, haremos la experiencia de que él es fiel.
Cuando hayamos comenzado una obra bajo la orden de Dios, no la dejemos inconclusa. El Señor nos dice: “Cobrad ánimo... y trabajad”; esto quiere decir: «¡Comenzad bien, pero sobre todo perseverad!» La gracia y la perseverancia son dones de Dios. Hay personas que tienen un temperamento perseverante, pero nuestra naturaleza queda fácilmente sin fuerzas. Caracteres que son de naturaleza optimista y perseverante pueden obtener logros hasta cierto punto, pero en la obra de Dios llega siempre un momento en el que las propias fuerzas faltan. El cristiano está entonces obligado a aprender a diferenciar entre lo que es natural y humano y lo que es sobrenatural y divino, fruto del nuevo nacimiento y del don de Dios.
“Cobrad ánimo... y trabajad; porque yo estoy con vosotros”. No estamos solos; Aquel que nos precede y que nos acompaña es un Salvador glorificado. Por el Espíritu Santo que mora en nosotros somos exhortados a mantener una comunión personal consciente con nuestro Sumo Sacerdote, vencedor y triunfante. Bajo sus pies se encuentra sometido y vencido todo poder, todo dominio y todo nombre que se puede nombrar en este siglo y en el venidero. ¡He aquí Aquel que está con nosotros, Aquel que nos acompaña, Aquel delante de quien Satanás se arrastra y los demonios tiemblan! ¡Seamos conscientes de ello, y en los momentos de adversidad seamos fuertes y trabajemos!