Samuel

1 Samuel 8:1-6

Responsabilidad de los padres de familia

“Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel...
Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre,
antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho.”
(1 Samuel 8:1, 3)

Samuel puso a sus hijos como sus sucesores. ¿Hasta qué punto este error muestra su falta en la educación de sus hijos? ¿Imitó inconscientemente la debilidad de Elí? Su fidelidad personal frente a todo el pueblo y su espíritu de oración excluyen la idea de que hubiese sido laxo o indiferente en sus responsabilidades respecto de su propia familia. Pero el ejemplo de Abraham dando órdenes a su casa “después de sí” (Génesis 18:19) y las fuertes palabras de Josué: “pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15), nos recuerdan que toda la familia está ligada al padre de familia.

Igualmente en el Nuevo Testamento está mencionado que una de las condiciones para ser obispo es “que gobierne bien su casa” (1 Timoteo 3:4). La negligencia en el hogar se podría manifestar también por medio de una severidad absurda e injusta, fuera de lugar. Así, Elí hizo reproches a Ana, que oraba, mientras que sus propios hijos vivían con despreocupación en el pecado sin ser reprendidos.

Samuel era en parte responsable. No comprendió totalmente lo que Dios esperaba de él. Sus frecuentes ausencias de la casa, su interés por todo el pueblo que lo acaparaba, seguramente hizo que perdiera de vista inconscientemente sus responsabilidades en su hogar; pero su pesada carga pública no podía en ninguna manera liberarlo de sus responsabilidades familiares. “Y mi viña, que era mía, no guardé” (Cantares 1:6) es a menudo la triste confesión de aquellos que han trabajado en otras viñas. Si es mi caso, es inútil buscar excusas o justificaciones: debo enfrentar seriamente mi situación familiar y considerar las graves consecuencias que puede causar el descuido de la familia.

Aprender bajo la disciplina divina

“Todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le dijeron:
He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto,
constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.
Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue.
Y Samuel oró a Jehová.” 

(1 Samuel 8:4-6)

¡Que la misericordia de Dios esté sobre los jefes de familia y les conceda la gracia y la dependencia, en un espíritu de oración, y que sus familias sean un ejemplo de sumisión al orden divino! Si el afecto natural, los fuertes lazos que unen a los miembros de la familia, no son vividos en la luz de la Palabra de Dios y sujetos al Espíritu Santo, en realidad pueden tener consecuencias opuestas a la voluntad divina.

Imaginen la vergüenza de Samuel al tener que oír, de parte de aquellos que él mismo había juzgado, esas tristes palabras respecto a la decadencia de su propia familia: “Tus hijos no andan en tus caminos”. Podemos representarnos a ese profeta anciano con la vergüenza en el rostro, cuando se señala el estado miserable de su casa delante del pueblo.

No se menciona ningún resentimiento de parte de Samuel. Según todo lo que conocemos sobre la fidelidad de este honorable siervo, podemos pensar con certeza que se inclinó ante ese castigo que podía ser tomado con razón de parte de Dios.

Nunca ganamos nada al rechazar tales reprensiones, por más dolorosas y humillantes que sean. Más bien tratemos con todo el corazón de evitar cosas que merecen esas reprensiones, antes que sufrir la vergüenza de recibirlas.

¡Quiera Dios grabar profundamente esta lección en nuestros corazones!

Es bueno ver cómo Samuel se vuelve a Dios en todo esto. Y cuando oímos hablar de las debilidades de los demás, sería bueno traerlas delante de Dios por medio de la oración.