Satanás

Hay muchas personas que no creen en la existencia del diablo; sin embargo, la Palabra de Dios nos da indicaciones precisas al respecto.

Es verdad que ella no lo representa con cuernos y pies hendidos, tal como lo imagina la superstición popular. La Biblia nos muestra a Satanás como un ser espiritual, tan temible por su poder y su astucia como para no bromear.

La Biblia le llama “príncipe de este mundo” (Juan 14:30) y “dios de este siglo” (2 Corintios 4:4). Antes de su caída, la que precedió a la creación del hombre, era “el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura” (Ezequiel 28:12). Pero todos estos privilegios sólo sirvieron para perderle. El orgullo causó su ruina. Se sublevó contra Dios y fue precipitado desde el “monte de Dios”, arrastrando en su caída a todos los ángeles que le servían.

Esto es todo lo que Dios ha considerado conveniente comunicarnos respecto a la caída de Satanás. ¿Por qué Dios le ha dejado momentáneamente su lugar en el cielo y su poder en la tierra? ¿Por qué no le ha arrebatado su poder a este rebelde? ¿Por qué ha permitido que el mal contamine la tierra? A estas cuestiones, y a otras más, la Palabra de Dios no responde, y haremos bien contentándonos con lo que nos ha sido revelado.

El diablo sabe perfectamente que la vida divina es comunicada al creyente por medio de la Palabra y que es esta Palabra la que sustrae al hombre de su dominio para someterle a Jesucristo. Por tanto, su constante preocupación es la de arrancar esta Palabra del corazón de los hombres a los que les ha sido predicado el Evangelio, “para que no crean y se salven” (Lucas 8:12), o para cegar “el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Corintios 4:4). Con tal de impedir que germine la semilla divina, deja que el hombre viva a su capricho.

Vendrá el momento en que todo el poder satánico se acabará, cuando los planes que Dios ha hecho desde antes de la fundación del mundo en cuanto a la tierra y al hombre tendrán su cumplimiento en Cristo. Entonces el juicio pronunciado desde hace mucho contra Satanás será ejecutado. Su terrible fin estará “en el lago de fuego y azufre” (Apocalipsis 20:10), donde será eternamente la criatura más infeliz.

Pero Satanás obra todavía de otra manera con relación a los cristianos. A ellos no les puede arrebatar su herencia ni privarles del derecho perpetuo de ser llamados hijos de Dios. No obstante, lo que sí puede hacer es privarles del gozo, ocuparles en ellos mismos y en sus miserias más bien que en Jesucristo. Y en esto sí que frecuentemente tiene éxito.