Amor, perdón y unidad

Amar como Dios ama

No hagamos depender nuestro amor hacia nuestros hermanos de lo que ellos son a nuestro respecto o a nuestros ojos. ¿Sería esto el amor, el amor de Dios?

Si Dios nos dispensara su amor midiéndolo según nuestra dignidad o nuestro estado espiritual, ¿tendríamos acaso una partícula del suyo? ¡Bendito sea Dios! En Él reside el manantial y los motivos de su amor inmutable: nos lo da enteramente llamándonos sus hijos (1 Juan 3:1); lo poseemos “en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:39); “excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:19). Midamos nuestro amor por los hermanos con la misma medida divina. Que sea el amor extraído de su verdadera fuente y con los mismos motivos de Dios.

Perdonar como Dios perdona

¿Perdonamos como Dios perdona, sin acordarnos más de las ofensas que se nos ha hecho? “No me acordaré de tus pecados”. “Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados” (Isaías 43:25; 44:22). He aquí la perfección del perdón completo. “¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?... hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21-22); sin cansarme, sin límite, sea cual fuere la importancia y el número de las faltas de mi hermano. “Perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 4:32; 5:1). “Perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:13). ¡Como Dios nos ha perdonado, como Cristo nos ha perdonado!

Unidos porque Dios es uno

“Guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (Juan 17:11). ¿Realizamos esta unidad en nuestro andar? ¿Tenemos un mismo amor, un mismo ánimo, un mismo sentir; pensamos una sola y misma cosa, sin espíritu de partido, humildemente? (Filipenses 2:1-2). Todas las epístolas del apóstol hacen resaltar, por las exhortaciones que contienen, de qué manera los creyentes desde el principio necesitaban ser exhortados (y cuánto más en nuestros días).

A los romanos les escribe: “Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”. “Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo” (Romanos 14:19; 15:1-3).

Ruega a los corintios que hablen todos una misma cosa, que no haya entre ellos divisiones, que estén perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer, que no se hinchen uno contra el otro (1 Corintios 1:10; 4:6).

A los gálatas les dice: “Servíos por amor los unos a los otros... Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros” (Gálatas 5:13, 15).

A los efesios: “Soportándoos con paciencia los una a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:2-3).

A los colosenses: “Soportándoos unos a otros... Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo” (Colosenses 3:13-15).

A los tesalonicenses: “Tened paz entre vosotros”. “Y el Señor os haga... abundar en amor unos para con otros” (1 Tesalonicenses 5:13; 3:12).

¡Qué hermoso cuadro de la unidad nos brinda la Palabra! Y nuestras faltas a esta unidad ¡cuánto perjudican a la edificación y a la prosperidad de la Iglesia! El mundo las discierne y hace de ellas un tema de burla, para nuestra vergüenza; y ¡cuán seria es la Palabra del Señor en su oración: “Que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”! (Juan 17:21). El Señor lo declaró: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). No hay cosa que dañe más el testimonio dado al mundo que la falta de amor y todas las divisiones que resultan de esto.

Nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo y tenemos comunión los unos con los otros en la luz del Dios que es luz y amor. ¡Ojalá podamos manifestarlo!