El fuego es un símbolo de la santidad de Dios.
Dios se manifestaba por el fuego en la zarza ardiendo (Éxodo 3:2) y en la columna de fuego que conducía al pueblo (Éxodo 13:21).
Asimismo hallamos en la Palabra los juicios de Dios que se ejercen por medio del fuego sobre lo que su santidad condena. Por ejemplo en Génesis 19:24; Marcos 9:43-48; Apocalipsis 20:15. Está escrito que “Dios es fuego consumidor” (Deuteronomio 4:24; 9:3; Hebreos 12:29).
Los israelitas debían prender fuego a las ciudades de los Cananeos (Josué 6:24; 8:8, 19; 11:11; Jueces 1:8).
El fuego purifica consumiendo las impurezas, quedando solo el metal precioso (Malaquías 3:2-3; 1 Corintios 3:12-14; 1 Pedro 1:7).
Los siervos fieles pasan por el fuego sin ser quemados (Daniel 3:24-27; Éxodo 3:2).
En Levítico 1 al 4 vemos que el fuego quema la ofrenda por el pecado, pero manifiesta el olor grato del holocausto, de la oblación y de la ofrenda de paz.
La tierra será destruida por el fuego (2 Pedro 3:7).