“Pero él da mayor gracia.”
(Santiago 4:6)
La gracia de Dios está a nuestra disposición cada día en toda su plenitud :
- La gracia de Dios supera el pecado del hombre. Cuando hemos tropezado, no nos abandona, sino que nos vuelve a enderezar. Nos quiere restablecer en la plena comunión con Dios. Por consiguiente, esta promesa vale para nosotros: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
- La gracia de Dios es mayor que los peligros del mundo. Por medio de la Biblia nos pone en guardia para que no nos involucremos con el mundo y sus placeres. Nos enseña un camino seguro en el cual podemos andar, honrando a Dios en este mundo impío. Dios escucha la oración de su Hijo: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15).
- La gracia de Dios sobrepasa todos los problemas de la vida. Sea que estemos frente a un reto profesional, sea que luchemos con dificultades de salud, la gracia nos ayuda a atravesar estas pruebas con Dios. Mantiene viva en nosotros la conciencia de su amor inmutable y nos anima a confiar en Él en cualquier situación. El Señor siempre nos repite: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).