“…a quienes también, después de haber padecido,
se presentó vivo con muchas pruebas indubitables,
apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.”
(Hechos 1:3)
Jesucristo resucitó tres días después de su muerte en la cruz. Para dar testimonio evidente de este hecho dio pruebas claras de su resurrección a sus discípulos.
- Vieron a su Señor y lo reconocieron, viendo sus manos traspasadas. El Resucitado era el mismo que estuvo colgado en la cruz. Sus manos, las que habían aliviado a los enfermos y alimentado a los hambrientos, llevaban ahora de manera inconfundible las heridas de su muerte (véase Zacarias 13:6).
- Oyeron al Resucitado que les dijo: “Paz a vosotros” (Juan 20:19). Ésta era la voz del buen Pastor, que ya habían oído antes, durante tres años, cuando enseñaba a las multitudes o cuando ordenaba a la tempestad calmarse.
- Lo palparon y así pudieron convencerse que estaba corporalmente presente. No les apareció como espíritu, sino en un cuerpo de carne y huesos (Lucas 24:39).
- El día de la resurrección fueron testigos de cómo comió un pez asado y un panal de miel (Lucas 24:42). De esta manera confirmó su presencia corporal. Había resucitado verdaderamente.
Durante los cuarenta días hasta su ascensión, Jesucristo se dejó ver varias veces por sus discípulos para que pudieran convencerse de que vivía. Más adelante, cuando daban testimonio de su resurrección, no necesitaban referirse a un único encuentro, sino que tenían muchas pruebas indubitables que confirmaban este hecho.