Pregunta: Romanos 12:2 nos habla de la voluntad de Dios como buena, agradable y perfecta. Comprendemos fácilmente que es buena y perfecta, pero ¿es siempre agradable?
Respuesta: Cuando leemos por ejemplo la historia de Job que pierde todos sus hijos a la vez, nos cuesta calificar la voluntad de Dios como agradable. Esto llevó a algunos a pensar que este término significa que esa voluntad es agradable solo a Dios, pero entonces es difícil comprender el sentido del pasaje.
Tal vez conviene relacionar este versículo más bien con lo que dice Pablo en 2 Corintios 12:10: “Por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
No es que el apóstol amaba sufrir, sino veía las cosas desde más arriba. Tenía la confianza de que Dios lo haría pasar por tales circunstancias, solo si era necesario (1 Pedro 1:6). Dios nos ama y cuenta todas nuestras lágrimas (Salmo 56:8). Pablo veía también todo lo que era producido en él en su vida presente, y el eterno peso de gloria que resultaba (2 Corintios 4:17).
Podemos también pensar en esta palabra de Cristo, expresada proféticamente en el salmo 40: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado” (v. 8), y acercarla a la oración de Getsemaní: “Aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (Marcos 14:36).