Asaltar muros

Salmos 18:29

“Contigo desbarataré ejércitos, y con mi Dios asaltaré muros” (Salmo 18:29).

Según los planes de Dios, David debía reinar sobre el pueblo de Israel. Pero muchos hombres luchan contra él y numerosas dificultades obstruyen su camino. ¿Cómo reaccionará el varón de Dios frente a esas circunstancias intimidantes? Él va al encuentro de esas tropas enemigas y contra los “muros” de dificultades ¡confiando en Dios! David está persuadido de que Dios le dará pies ágiles y brazos poderosos (v. 33-34, 36) y, seguro de la victoria, se apresura. De esa manera David, cuando era joven, avanzó contra el gigante Goliat con su honda y obtuvo la victoria (1 Samuel 17:49).

¿Qué hacemos nosotros cuando encontramos una resistencia fuerte y los problemas se acumulan? En principio hay tres posibilidades:

  1. Nos dejamos impresionar por la superioridad aparente de las dificultades y ni siquiera comenzamos a luchar. Miramos nuestra debilidad y nos rendimos al instante. Es lo que pasó cuando el pueblo de Israel, después de atravesar el desierto, se encontró delante de la entrada a la tierra prometida. Se dejó desanimar por los espías que hablaban de gigantes y de murallas infranqueables. Entonces el pueblo rechazó combatir la batalla de Dios (Números 13:26-14:4). Porque no tuvieron confianza, Dios los reenvió al desierto, donde toda esa generación incrédula fue destruida. El que se desanima ya perdió la batalla, aun antes de comenzar.
  2. Subestimamos nuestros problemas o sobreestimamos nuestras fuerzas para tener el coraje de enfrentar la adversidad y realizar el desafío. Es lo que pasó con Israel: habiendo creído a los espías, ya no podían tener la ayuda de Dios en el combate contra el cananeo. Y, aunque Moisés los advirtió, ellos se precipitaron sin reflexionar hacia una dolorosa y merecida derrota (Números 14:39-45). El que se enfrenta a las dificultades con ligereza se expone al fracaso.
  3. Ponemos nuestra confianza en Dios y avanzamos con coraje porque creemos que sus recursos son infinitos y nos apoyamos en su misericordia. Es lo que Josué hizo después de los cuarenta años de la travesía en el desierto. Se apoyó en las promesas de Dios y condujo al pueblo de Israel con ánimo y éxito en el combate contra los cananeos. Por la fe, la fortaleza de Jericó cayó y el enemigo fue vencido (Josué 6). El que actúa con fe tendrá victorias de fe.

Aquel que, como David, toma conciencia de que siempre podemos contar con Dios no solo se acerca a las tropas enemigas sino que además las atraviesa. Aquel que confía en Dios no busca trepar con dificultad los muros, sino que de un brinco los asalta. El apóstol Pablo escribió: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37). Más que vencedores ¡por Él! Hoy podemos vivir esto también, si realmente le obedecemos, y no dejamos que los obstáculos nos impidan seguir el camino que Dios nos traza.